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Archive for the ‘Inmigrantes’ Category

En 2012 se publicó una comunicación (ISBN: 978-84-92587-83-4), presentada en la XV Conferencia de Sociología de la Educación celebrada en Granada, acerca de la formación de los líderes y gestores de las asociaciones africanas en España. La base empírica de este estudio está basada en el análisis del discurso de más de sesenta entrevistas en profundidad realizadas a dirigentes de estas asociaciones africanas, en el marco de un Proyecto de I+D del Ministerio de Ciencia e Innovación sobre el Asociacionismo Africano en diferentes Comunidades Autónomas, dirigido por mi amigo el Dr. Jordi Garreta. Referencia CSO2008-01122/SOCI (Asociacionismo e inmigración africana: funciones latentes y manifiestas).

Un modo de acercarnos a la realidad educativa y de formación de los líderes y representantes de las asociaciones africanas, dada la gran variedad de resultados y heterogeneidad que encontramos en las entrevistas semidirigidas e historias de vida realizadas durante el trabajo de campo llevado a cabo los años 2009 y 2010, fue tomar como muestra aquellos entrevistados que ofrecieron información acerca de los estudios terminados. Estas entrevistas las subdividimos por igual número de informantes entre los países del norte de África (Argelia, Marruecos y Mauritania), y los países de la costa oeste africana, Camerún, Malí, Senegal, Gambia, Nigeria y Guinea), aunque con mayor representación de marroquíes y senegaleses, quizás por la impronta de su movimiento asociativo que sobresale sobre los demás países.

Un primer dato sobresaliente extraído de esta muestra, es que la formación de ambos grupos (magrebíes y subsaharianos), es muy parecida, si bien ligeramente decantada a favor de los primeros; sin embargo, ambos grupos muestran un perfil formativo de estudios universitarios, seguidos de los estudios de bachillerato o formación profesional y tan sólo unos pocos señalan su falta de estudios, estudios básicos, o estudios del Islam como toda formación recibida. No sólo destaca esta primacía de los estudios superiores sino que en los casos del bachillerato ha existido interés por continuar estudios universitarios que no pudieron desarrollar en su periplo migratorio por diversas causas, aunque muchos de ellos realizaron una formación profesional principalmente en el sector servicios.

Es de destacar la juventud de buena parte de ellos al no superar las cuarenta años, cuestión que les inclina en muchas ocasiones a iniciar estudios de formación no reglada principalmente en el campo de la mediación, el Asociacionismo o la cooperación y que de un modo u otro les ha inclinado en su vertiente social a participar en la organización de las Asociaciones. Por último quiero destacar la capacidad multilinguística que exhiben la mayoría, no sólo por conocer la lengua vernácula y la oficial de la antigua metrópoli, sino por iniciarse en otras lenguas oficiales de los países de destino como el catalán, el valenciano y el castellano. La educación y la formación ha sido para una gran parte de los inmigrantes entrevistados una de las causas por las que se desplazaron, bien para conseguir empleos acordes a su formación, bien por la consideración de la educación como un objetivo fundamental en sus vidas o las de su etnia. En un país multiétnico como Nigeria, donde las diferencias socioeconómicas son extremas, la etnia yoruba (que representa al 30% de la población), es un grupo étnico muy preocupado por la educación como un fin para su desarrollo como personas, por encima de algo fuera de control como puede ser su status económico. En otro país, Guinea, reconocen que las cosas han mejorado mucho pero no así la educación, por lo que muchos guineanos envían a sus hijos a estudiar a España; sin embargo, los tiempos en que Guinea eras una colonia española se han quedado muy lejos y quienes quieren venir a estudiar a España encuentran serias dificultades de carácter burocrático y/o económico para iniciar su proyecto educativo.

De un modo u otro y sea de una procedencia o de otra, la educación forma parte del discurso en las entrevistas realizadas a los miembros y dirigentes de asociaciones africanas. Entrevistas que me van a permitir profundizar en lo antedicho, comenzando con los estudios realizados, que como he adelantado son en mayor medida de carácter universitario, si bien algunos señalan que no pudieron finalizarlos por diferentes causas. La más usual es la que posiblemente se hayan planteado también muchos estudiantes autóctonos cuando han visto que su carrera universitaria no era posible compatibilizarla con un trabajo exigente. Es el caso de Abderrahim (Marruecos), cuya intención era estudiar y trabajar, pero estudiar ya no podía, llegaba a casa reventado y no podía. Otros añaden a esta situación de trabajar y estudiar, motivos de carácter familiar como casarse y tener hijos, en definitiva añaden responsabilidades familiares a las propias de estudiar y finalizar una carrera. Es el caso de Djdjo, una mujer senegalesa que fue a estudiar Derecho en Francia, pero al quedarse embarazada dejó sus estudios. En España ha realizado un curso auxiliar de geriatría, que es un medio básico de incorporación a un mercado laboral que se ofrece en la actualidad a la mujer inmigrante. No obstante son varios los que dicen no finalizar la carrera elegida pero sí haber finalizado una carrera intermedia, tipo diplomatura, que les permitiera trabajar en esa área.

Son inmigrantes anteriores a la llegada masiva de población, de entre los años setenta y noventa, aunque no por ello pasamos por alto esta clara división entre lo que fueron sus estudios terminados en origen y sus estudios finalizados en destino. No es baladí esta diferenciación si tenemos en cuenta que quienes manifiestan una carrera universitaria finalizada en origen son licenciados, mientras que los que finalizan en destino son mayoritariamente diplomados, o con cursos especializados (principalmente sobre mediación intercultural) que les ha permitido ingresar en las filas del asociacionismo como miembros destacados. Esto no señala a la totalidad de los entrevistados pero sí muestra una tendencia en sus perfiles educativos. Hassan es un claro ejemplo sobre la prosecución laboral de estudios relacionados con la actividad asociativa, pues si bien había finalizado Ciencias Empresariales, luego prosiguió con diversos Máster y postgrados como «Gestión global de la inmigración» (en la Rovira i Virgili), Máster de «Cooperación y desarrollo», «Los movimientos migratorios y el codesarrollo» (Valencia), y en la actualidad un Máster en «Estudios culturales del Mediterráneo». En ocasiones la vocación social, de intervención en los asuntos que competen a los inmigrantes, obliga a cambiar el proyecto universitario en el que se habían iniciado, incluso habían finalizado. Es lo que le ocurrió a Suleimán (Mauritania). Había hecho Biología, y en España inició Farmacia, pero abandonó estos estudios por los de Educador Social. O lo que le aconteció a Ali (Senegal), doctor en Ciencias Políticas, el cual había trabajado en Dakar como profesor de universidad durante tres años hasta que lo dejó para finalizar su
doctorado en Alemania; antes, la licenciatura le había permitido una estancia de tres años en Francia. Cuando llegó a España no encontraba trabajo de su interés, y ya pensaba en retornar cuando le notificaron que un proyecto de Investigación que había presentado sobre “Las mujeres subsaharianas en Navarra” había sido aceptado por el Gobierno Foral. En esta tesitura estaba cuando Cruz Roja también le contrató para qué hiciera de mediador intercultural.

Y es que la trayectoria profesional de los dirigentes de asociaciones africanas ha tenido un primer obstáculo no con su formación en materia de mediación, sino con la barrera del idioma español, pese a que la mayoría domina dos o más idiomas. Es el caso de Arzien, una profesora de francés en institutos marroquíes, que al llegar a España decidió aprender la lengua castellana de modo que le permitiera matricularse en Trabajo Social y posteriormente incorporarse al mundo laboral como mediadora intercultural. A quien le ha resultado más fácil hacer de mediadora por su dominio de idiomas es a Naima (Argelia). Hizo la carrera universitaria de «Traducción», sumando a su conocimiento del francés y el árabe, el alemán y el español, consiguiendo una de las primeras becas Erasmus para seguir el doctorado en Alemania. Para otros, que antes de trasladarse a España ya habían estudiado el español, la llegada a Catalunya o Valencia les sorprendió por el uso de otra lengua de la que desconocían su existencia. Así fue como optaron por matricularse en las Universidades y a la vez que aprendían catalán o valenciano, cursaban estudios universitarios (Lenguas Hispánicas; Mediación Intercultural; Gestión de asociaciones y Fundaciones, etc.), consiguiendo de este modo el dominio de las lenguas.

Sin embargo, no sería este el único problema con el que se toparían en su trayectoria profesional, pues si bien el dominio de la lengua era imprescindible para insertarse en el mercado laboral, la necesidad de que se les reconociera las titulaciones otorgadas en los países de origen se convertía en una nueva lucha por su integración profesional. Y no siempre se convalidan los títulos en función de la idoneidad de los estudios cursados, pues son numerosas las ocasiones en que hay que volver a cursar algunas materias con el fin de homologar el título, y este es un aspecto que no reconocen o no entienden pues imaginan que es por otras causas bien dispares, como señala Djamila (Argelia) que pese a disponer de una buena base del francés y el inglés, no le admitieron en la escuela de idiomas hasta tanto no homologara sus estudios del bachillerato argelino. Efectivamente, el inmigrante busca su integración con el objetivo de mejorar su status social, y no al revés como falsamente puede entender quien alienta el discurso de una inmigración de bajo nivel educativo que tan sólo se emplea en sectores de baja cualificación, porque su destino social está condicionado por la supervivencia y el retorno tras alcanzar determinados objetivos económicos. Es posible que el proyecto migratorio tenga esta fase de eventualidad residencial, de viajero estacional, pero el perfil educativo del inmigrante, tanto el adquirido en origen como en destino le capacita para adquirir un mejor status, mayores ingresos económicos y, en definitiva su propia inserción socioeconómica y la de su núcleo familiar.

 

MUJER E INSERCION SOCIOLABORAL
Las mujeres y su inserción sociolaboral ha sido otro de los componentes funcionales en el desarrollo de las asociaciones de inmigrantes africanos, principalmente a través de una formación complementaria. En algunos casos se partía de mujeres que, con estudios superiores o poseyendo titulación universitaria, no podían ejercer libremente a causa de las imposiciones religiosas o de carácter cultural. En otros casos, hemos observado que las mujeres que en su país de origen reivindicaban una identidad femenina dentro del mundo musulmán, convertían esta en destino en una lucha por la identidad de la mujer musulmana frente a los prejuicios y estereotipos en la sociedad de acogida.

El velo tomado como señal de sumisión al varón en una sociedad postmoderna constituye, sin embargo, para algunas mujeres musulmanas un signo de identidad, y podemos considerarlo en sus términos como una reacción feminista frente al prejuicio destacado en la sociedad de acogida, como un acto consciente frente a la discriminación que les impele a ponérselo a fin de destacar los valores, sentimientos y creencias de la mujer musulmana. Además, es un acto y una actitud que les ayuda a mejorar su propia autoestima valorando sus señas de identidad. Y esto ocurre porque son mujeres preparadas, activas, “pero están en casa porque su problema es llevar el velo”, tal y como relatan en las entrevistas mujeres argelinas que no aceptan el velo como un signo discriminatorio y enmarcado en prohibiciones de carácter cultural o religioso. Las mujeres argelinas entienden que la integración sociolaboral se puede dar porque son mujeres preparadas, activas, con estudios universitarios en origen o destino, mujeres que en definitiva tienen un nivel educativo muy alto pero llevan el velo y esto les excluye y les inmoviliza en sus casa en las tareas destinadas a su género. Por ello, desarrollan desde las asociaciones programas de inserción sociolaboral que les permitan enfrentarse a las discriminaciones de género sin cuestionar la raiz de dicha discriminación que no es otra sino su reivindicación del velo. Con el velo no sólo se encuentran insertas en su mundo etno-cultural sino que también pueden desarrollar sus aptitudes y su expresividad laboral sin menoscabo de su identidad. Las mujeres argelinas están muy preparadas (más del 50% tienen titulación universitaria) y ocupan en origen cargos de directivas en  porcentajes superiores a las mujeres españolas, aunque su status nada tiene que ver con sus vecinas marroquíes a las que consideran analfabetas.

En la asociación de mujeres musulmanas An-Nur (La Luz), la mayor parte de las mujeres que componen la junta son tituladas, algunas con doctorado, hablan bien el castellano, incluso el francés o el inglés. Son un grupo heterogéneo, principalmente procedente de Marruecos, Argelia y Túnez. Algunos trabajan de traductoras, otras de acuerdo a su doctorado y sólo unas pocas no poseen ninguna titulación. Son mujeres que quieren trabajar pero «como llevan velo ¿qué van a hacer? Si van a la Universidad, preparan el doctorado y ya está». Pero hay otras que se quedan en casa y para ellas las asociaciones promueven trabajos de carácter administrativo, o de intérpretes y traductoras. Es quizás otro modo de combinar las obligaciones etnoculturales y religiosas con la posibilidad de trabajar en la sociedad de acogida. Sin embargo, no siempre encontramos mujeres con un perfil educativo adquirido en origen pues han sido muchas las que se han formado en la sociedad de acogida, donde se han enfrentado al difícil proceso de integración en la escuela. Para una joven musulmana de finales de los noventa, su aparición en las aulas de la ESO con velo, desconocimiento de la lengua, sobre todo el valenciano o el catalán, ha permitido ataques desconsiderados e irrespetuosos de alumnos y profesores que la ha llevado a encerrarse en su mutismo, excluyéndola. En otras ocasiones, pese a los esfuerzos que podía realizar una joven musulmana por aproximarse a la cultura autóctona, siempre que superara la falta de motivación que le ofertaban en la escuela y aprendiera la lengua de comunicación en la misma, los rendimientos no estaban nunca a la altura de las demandas, por lo que resultaba fundamental el apoyo de la familia, especialmente de las madres, quienes realmente se ocuparon de la educación de sus hijas. De un modo elocuente se produce una integración lingüística de la alumna gracias al apoyo fundamental de la madre en su educación. Un apoyo a la joven que va más allá si la madre además se encuentra integrada en la estructura educativa.

En resumen nos encontramos con un paisaje de mujeres preparadas que aprovechan sus conocimientos para mejorar la situación de otras mujeres en su objetivo de integrarlas sociolaboralmente, aunque sin necesidad de perder sus señas de identidad, o bien reivindicándolas en su quehacer asociativo. En su conjunto, las asociaciones de mujeres llevan a cabo una labor de educación comunitaria muy diversa, de modo que todas ellas participan de un modo u otro en las mismas. Son actividades que promueven una educación instrumental, apoyando en ocasiones el sostenimiento económico de sus asociadas sin importar la edad, formación y ocupación de las mismas, si bien es cierto que su condición de madres les roba el tiempo que les gustaría dedicar a la asociación. Efectivamente, esta es una queja que señala buena parte de las mujeres asociadas, pues las responsabilidades domésticas y de atención a la crianza y educación de los hijos, recaen en gran medida en ellas solas sin la participación de los varones, de forma más pronunciada de lo que ocurre en la sociedad de acogida, donde los atavismos de la cultura patriarcal están siendo desmontados con más celeridad en la última década. Las propuestas para ir consiguiendo mayores cotas de igualdad entre las mujeres musulmanas se realizan desde las asociaciones; por ejemplo, iniciarse en actividades deportivas y de ejercicios físicos, que hasta hace bien poco resultaron impensables pese a que algunas por su disponibilidad económica podrían haberlos realizado, ya que se encontraron con las limitaciones propias de su condición de mujer. Ha sido gracias a las asociaciones que les proporcionaron el espacio y la ocasión, que se iniciaron en algo hasta entonces tabú: la gimnasia. Aunque quizás el gran logro de las asociaciones de mujeres han sido las actividades de alfabetización, aprendizaje de idiomas y oficios que han permitido la formación de muchas mujeres inmigrantes, mejorando sus capacidades de expresión lingüística y aumentando sus opciones laborales.

Cuando se domina el idioma, una lengua de contacto, las posibilidades de expresión aumentan y la sensación de libertad al poder comunicar pensamientos y sentimientos es permanente. Además, en la vida cotidiana son numerosas las ocasiones en que deben expresarse en lengua castellana o catalana, como ocurre con aquellas gestiones administrativas a las que se usualmente acude con un traductor varón que interviene como mediador en la sociedad de acogida, pues el dominio de las lenguas entre los varones les viene de su práctica en el ámbito público de las relaciones sociales, laborales y económicas en las que se mueven. Aunque esta situación no siempre es aceptada por algunos hombres, que sienten desagrado hacia la posibilidad de que otros puedan introducirse en el mundo de las relaciones privadas de sus mujeres, aceptando sin embargo la intervención de otras mujeres, que unas veces hacen de traductoras, otras de educadoras o formadoras y, en definitiva, alejan la opción no deseada de varones ajenos a la familia. Además, para algunas mujeres, estas actividades son un modo de adquisición de independencia a través del logro económico. De forma paralela a este servicio de traducción están las actividades formativas propiamente dichas en materia de dominio lingüístico, con cursos de aprendizaje del árabe (un modo de no perder o bien de adquirir una seña de identidad), el castellano y el catalán.

Pero no sólo el aprendizaje de idiomas se encuentra en la base de la actividad asociativa de las mujeres, pues otras actividades de carácter más instrumental como las charlas sobre sexualidad, búsqueda de empleo, etc., conforman un conjunto de medidas a favor de la autonomía e inserción de la mujer inmigrante. Por último no se puede cerrar esta parte sobre la actividad asociativa
de las mujeres sin citar el gran papel que juegan en la transmisión de la cultura étnica y en la construcción de las identidades a través de sus actividades con los niños en las escuelas o en los locales de las asociaciones, y a través de las manifestaciones de carácter folklórico mediante su participación en fiestas y actos lúdicos diversos donde ellas son el eje fundamental sobre el que gira todo tipo de manifestación.

 
ACTIVIDADES ASOCIATIVAS
Las actividades asociativas por excelencia son aquellas que tiene como fin dotar de una educación complementaria a los asociados y específicamente a sus hijos. Una educación que gira alrededor de la enseñanza del árabe y cuantas manifestaciones se identifican con la cultura étnica. Para ello no solo se dotan de espacios escolares con el fin de transmitir aspectos básicos de la cultura de origen (lengua, religión, historia, etc.), sino que también utilizan profesorado, libros, medios e instrumentos propios. Uno de los objetivos más recurrentes consiste en evitar que los hijos, y las
generaciones que han nacido aquí o bien han llegado a España con una corta edad, no pierdan las señas de identidad de sus padres y de su origen étnico. Se trata de evitar que en ese transitar por los mundos se pierdan las raíces, el contacto con la realidad original, aquello que les identifica como grupo y en cierto modo, evitar lo que ellos denominan duelo por la pérdida: Con esta escuela vamos a calmar el duelo que están viviendo los inmigrantes.

La escuela pública es necesaria para la integración en la sociedad acogida, pero la escuela étnica es un complemento fundamental para la vida y el desarrollo de estas personas. Y este pensamiento se da más entre las mujeres que entre los hombres, porque ellos viven con la idea de volver algún día, de encontrarse de forma transitoria en España, de que el proceso migratorio es un accidente y que todo volverá muy pronto a su cauce, a su lugar de origen, a la casa donde nacieron; y por ello aborrecen la idea de que sus hijos vayan a la escuela, se integren con los autóctonos, al punto de ser como uno de ellos y terminen olvidando su pertenencia a la cultura de sus padres y sus ancestros. No por esto, las mujeres, más pragmáticas, más situadas en el día a día, tratan de conciliar los deseos e ilusiones de los hombres con la realidad educativa de sus hijos, y por ello se muestran favorables a esa escuela complementaria y a las actividades que promueve. Hablan de esta escuela como un instrumento que sirve para tranquilizar las conciencias de pérdida, de duelo y de alienación etno-cultural.

Las asociaciones de mujeres subsaharianas, como La Dona Guineana de Valencia, promueven el conocimiento de la cultura guineana a través de actividades culturales, con el objeto de reivindicar la cultura africana frente a la cultura española y como un medio de defensa frente a los prejuicios y discriminaciones que soportan sus hijos en la escuela. Otras actividades de carácter cultural que van dirigidas a los niños son los cuentos; es decir, la literatura oral como medio de entronque con la cultura original africana. Otro instrumento igualmente educativo son los juegos africanos, de modo que los niños que los practican reconocen sus países, a la vez que disfrutan como no puede ser de otro modo de la actividad lúdica.

Una mujer de Burkina Faso (Rosali) señalaba que el instrumento ideal para transmitir la cultura africana son los cuentos, los talleres de cuentos. Para ella y para otras madres de la asociación resulta fundamental esta forma de introducirse en la cultura africana, porque en África los cuentos están para enseñar los valores de la sociedad, para ser buenas personas; entonces hemos pensado hacer tardes de cuentos para nuestros niños. Y es muy reflexiva cuando señala que la educación en España es muy individualista y se deja en manos de los padres; pero si estos padres no pueden dedicarles todo el tiempo que quisieran, la educación queda en manos de la escuela que no es capaz de atajar los actos discriminatorios que ocurren con el alumnado inmigrante. Toma como referente la educación en África, donde la educación de los niños está en manos de otros familiares, de vecinos, en definitiva de toda la comunidad. Porque educar, para ella es formar a una persona de manera integral, de modo que sea una persona buena, esté donde esté. Formarla para que asuma todo el proceso de vida y sea feliz. Indica que el fracaso escolar es un fracaso del tipo de educación que se da a las personas (principalmente a los niños autóctonos), y no es una cuestión de éxito escolar; por ello entiende que como asociación sociocultural de mujeres, de madres, deben realizar este esfuerzo de ir escuela por escuela y dar charlas sobre convivencia, enseñándoles la realidad de África, lejos de los estereotipos y prejuicios con los que se alimentan en sus casas o en la propia escuela. Digamos que es un esfuerzo por lograr que la educación sea de toda la comunidad educativa y para todos los niños.

Con las actividades educativas y de expresión etnocultural, los inmigrantes asociados buscan recrear sus señas de identidad comunitaria, pero también ofrecer ocasiones de encuentro con el fin de sentirse comunidad, y a ello colaboran todo tipo de actividades culturales, lúdicas y festivas. De este modo, es muy propio de las asociaciones senegalesas, gracias a un cierto sentido comunitario, formar grupos folklóricos de baile, música o canto logrando con su participación dar colorido a las fiestas étnicas o a las fiestas locales. Un dirigente de una asociación del Senegal, nos habló que su objetivo era la promoción de la cultura africana a través de las clases de percusión y danza, que realizaban no sólo en el local de la asociación sino también yendo a colegios e institutos, e insertando en el contexto escolar esta clase de actividades culturales. El sentido comunitario que se supone a los subsaharianos y especialmente a los senegaleses nos lo certificaba un argelino (Djilalli), que los compara con los magrebíes a los que tilda de individualistas. Y hasta cierto punto resulta certera esta apreciación pues son asociaciones senegalesas las que imprimen su sello personal a estas manifestaciones culturales de cuentos y juegos, que se ven acompañan por otras actividades de carácter expositivo como fotografías (sobre Senegal, sobre el fenómeno migratorio, sobre la inmigración ilegal, etc), artesanía, manifestaciones artísticas, etc.; y la actividad cultural más usual en casi todas las asociaciones, la realización y degustación de comidas étnicas.

La otra gran actividad asociativa de carácter formativo, junto a la escuela complementaria y las manifestaciones de carácter étnico, es el aprendizaje de lenguas (valenciano, catalán, español, árabe) necesarias para el desenvolvimiento sociolaboral. De hecho han sido varios los dirigentes, que desde su formación o desde su conocimiento del árabe, han apoyado la creación de escuelas de padres o escuelas de adultos, donde entre otras cuestiones formativas se les ofrecía clases de lenguas o bien clases de alfabetización. Y en el discurso de casi todos los entrevistados hemos encontrado la necesidad del aprendizaje inicial del español como vehículo de comunicación, lográndolo bien a por su cuenta o a través de profesores particulares y, sobre todo, a través de iniciativas municipales o asociativas que les dieron la ocasión de dominar el idioma. Son varias las asociaciones, principalmente las subsaharianas, las que dedican parte de sus cuotas a financiar los estudios de sus asociados, significativamente el aprendizaje del español, llegando incluso a pagar el billete de tren para aquellos chicos que se encuentran en localidades próximas pero sin infraestructura asociativa o sin un número suficiente como para promover cursos de formación. También financian la finalización de estudios secundarios o formación profesional. Y como específicamente las mujeres han sido las grandes desfavorecidas en el proceso educativo, la adquisición de competencias que les permitan trabajar ha sido uno de los objetivos de las asociaciones femeninas.

Los hay que piensan que la educación complementaria o la educación necesaria, debe darse en las mezquitas y debe ser una educación religiosa a través del estudio del Islam. Aunque no sólo se trata de rezar, pues en las mezquitas también se han tratado actividades comunitarias, como reunir dinero para pagar el traslado del cadáver a su localidad de origen, si bien han sido siempre las asociaciones el espacio donde se dirimían casi todas las demandas y necesidades de los asociados, y donde se marcaban los objetivos comunitarios. A este fin han colaborado muchos de sus dirigentes, sobre todo cuando estos manifestaban vocación e inquietud social, con interés por los problemas que surgen en el proyecto migratorio, sobre todo si está preparado y ya cuenta con experiencia universitaria. En estos casos de dirigentes con experiencia asociativa o con experiencia o conocimientos sobre el mundo asociativo, son múltiples las actividades dirigidas a todos los miembros de la comunidad inmigrante, tanto de las asociaciones como de la comunidad de origen, a través de proyectos de codesarrollo. O dirigidas a todo el mundo como nos cuenta Mama Samateh (Gambia) que trabaja en mediación y ha construido una asociación contra la mutilación femenina, desde la que se ofrece información con el fin de luchar contra esta práctica.

No puedo cerrar este conjunto de actividades asociativas sin referirme a esas otras de las que se benefician básicamente los españoles, y que no son sino una fórmula muy extendida entre todas las asociaciones que buscan puntos de integración con la sociedad de acogida a través de las expresiones, no sólo de la lengua, cultura y folklore de los países de origen, sino también educativas y formativas por su intervención en los centros educativos donde crean el ambiente necesario para combatir la ignorancia y el racismo.

 

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Después de esperar casi dos años, por fin se ha publicado en Dakar (Senegal), el libro colectivo sobre «Les migrations africaines vers l´Europe. Entre mutations et adaptation des acteurs sénégalais», y en el que se incluye en el primer capítulo mi trabajo sobre «La inmigración africana en España».

Aún no se puede adquirir en España y por ello dejo en PDF:  Papa Demba Fall et Jordi Garreta Bochaca (coords.)  todo su contenido por si alguien lo estima de su interés.

Table
 des 
matières
Remerciements…. 7
Liste des auteurs …. 9
Préface …. 11
Avant-propos … 11
Papa Demba Fall, Introduction : Dynamique spatiale et nouveaux défis migratoires sénégalais… 15
Joaquin Giro Miranda, L´immigration africaine en Espagne … 23
Rafael Allepuz Capdevila & Teresa Torres Solé, Circular migration flows  between Spain and Africa … 47
Héctor Claudio Silveira Gorski, The Senegalese immigrant and Spanish immigration legislation. Between integration and deportation … 81
Usha Adjamah, Les motivations socioculturelles des départs en pirogue artisanale du Sénégal vers les îles Canaries (Espagne) … 103
Núria Llevot Calvet, La scolarisation des élèves étrangers en Espagne : problèmes et enjeux …. 119
Jordi Garreta Bochaca, Associationism and immigration. The roles of immigrant associations in Spain … 135
Dolors Mayoral et Paquita Sanvicén, Présence et contribution des femmes africaines d’Espagne. Le cas spécifique de la Catalogne … 159
Papa Demba Fall Emanuela Gamberoni & Elena Mandelli, Donne dal Senegal al nord Italia: il caso di Bergamo … 173
Aly Tandian, Migrations internationales des Sénégalaises : nouveaux profils des migrantes et insertion professionnelle en Espagne … 209
Daouda Dianka, Activités professionnelles et conditions de vie des migrantes individuelles sénégalaises: les Fatou-Fatou à Paris… 241

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A principios de este año se publicó finalmente este trabajo donde, pese a la velocidad de los cambios, las cuestiones estructurales del cuidado de las personas dependientes y de la situación de las mujeres inmigrantes parecen no haberse modificado en este largo año desde que realicé el trabajo de campo y terminé el capítulo que la catedrática de la UPV, María Teresa Bazo, incluye en su libro sobre el “Envejecimiento poblacional y el reto de la dependencia” de la editorial valenciana Nau llibres.
He partido del conocimiento acerca del escaso desarrollo del Estado del Bienestar que todavía cubre de manera parcial las necesidades de cuidado de las personas dependientes, el envejecimiento de la población, la reciente incorporación de las mujeres al mercado laboral, los cambios en la composición de los hogares familiares, la insuficiente corresponsabilización de los miembros del hogar en el cumplimiento de las tareas domésticas y los flujos migratorios de esta última década, entre otros factores, han permitido la externalización de los cuidados, constituyendo uno de los principales nichos de trabajo para las mujeres inmigrantes.
El conjunto de estos factores no son sino dimensiones del cambio social que se ha producido en esta década y que tiene que ver con la caída de las tasas de natalidad, la disminución de la fecundidad, el aumento de la esperanza de vida, la tendencia a la privatización en materia de política social, la internacionalización del mercado de trabajo y la aceleración y crecimiento de los flujos migratorios. Además se han observado numerosos cambios en el modelo de convivencia familiar a través del desarrollo de formas más diversas y complejas. Se tiende hacia modelos más reducidos con incremento en el número de hogares monoparentales y reducción de la convivencia intergeneracional (aumento de la movilidad entre los miembros familiares).
Por su parte, los cambios en la situación social y laboral de las mujeres vienen de la mano de los cambios introducidos en las formas de convivencia y en el seno de los hogares familiares, donde se enfrentan, con el fin de conseguir una situación de igualdad, a la posición de dominio de los varones y, en consecuencia, a la ideología patriarcal sobre la que se conformaron las sociedades desarrolladas. Sin embargo, en esta lucha por la igualdad se dan graves contradicciones, pues como respuesta a la ausencia de corresponsabilidad de los varones en la actividad doméstica y de cuidados, las mujeres trasladan a otras mujeres estas actividades perpetuando los roles que pretenden combatir, al hacer de las mujeres inmigrantes el chivo expiatorio de su debilidad estructural en las relaciones de género.
A pesar de que la investigación sobre el trabajo de cuidadoras de las mujeres inmigrantes en los hogares españoles es todavía relativamente escasa, sabemos que se han estudiado los factores que influyen en la aparición de este tipo de cuidados, las relaciones entre cuidadoras y personas cuidadas; el cuidado informal (principalmente el prestado por el entorno familiar), la salud de las cuidadoras, la discriminación de las trabajadoras del sector de cuidados y las sobrecargas y el estrés de las mujeres que cuidan. Por nuestra parte y, ante la escasez de estudios sobre las condiciones de vida y trabajo de las cuidadoras, sobre todo de las tareas que realizan y la repercusión sobre su vida personal, hemos decidido avanzar algo sobre estas cuestiones.
La metodología que hemos seguido ha utilizado diversas técnicas, aunque de modo sustancial se han movilizado las cualitativas como principales instrumentos de investigación, específicamente la entrevista en profundidad y la historia de vida. Ambas, de larga tradición sociológica, nos permiten el análisis del proceso de cuidados tomando en consideración el punto de vista del actor social a través de sus experiencias enmarcadas en el contexto social que ha vivido y vive.
La información que nos han proporcionado las mujeres entrevistadas se ha organizado en torno a tres grandes bloques, uno relativo a la propia cuidadora inquiriendo por las circunstancias de su viaje hasta España, su historial familiar, educativo y profesional; un segundo relativo al itinerario laboral en España con mención especial a los trabajos de cuidado y, finalmente, otro relativo a las características propias de las actividades del cuidado y su valoración.
Sabemos que los servicios públicos de prestación de cuidados no crecen en función de la demanda, ni siquiera tratan de cubrir a toda la población, pues las políticas sociales parten de la existencia de cuidados informales que tradicionalmente han recaído en la red familiar; y ésta, a su vez, ha mantenido los servicios informales en unión con una red privada basada en el beneficio económico de los titulares de las entidades prestadoras de esos servicios. En la actualidad, y en función del desarrollo económico y demográfico de cada región o localidad, las empresas privadas prestadoras de servicios de cuidados han mejorado al tiempo o en líneas paralelas a los servicios sociales de las administraciones públicas. Por supuesto que no todo el mundo puede acceder económicamente a ciertos recursos privados (plazas residenciales, ayuda domiciliaria, etc.), y eso ha sido determinante en la ampliación de la demanda de mujeres inmigrantes.
Los cambios ocurridos los últimos años en la composición de los hogares españoles han repercutido en la forma de asumir los cuidados de las personas mayores y dependientes pues, aun a despecho de que siga siendo la red familiar la principal provisora de cuidados, ésta, cada vez más, utiliza los servicios públicos y privados de modo que podemos hablar de la confluencia en un sistema de cuidados mixtos. Nos afirmamos en la existencia y desarrollo de una economía social de cuidados mixtos, donde los cuidados formales e informales coexisten, donde organizaciones públicas, privadas, voluntariado, redes familiares y de amistad colaboran y contribuyen en su conjunto a cubrir las demandas de la población dependiente, de modo que el crecimiento de cualquiera de estas organizaciones se hace en detrimento de las otras y, aunque desconozco el valor de las aportaciones de unas y otras, los destinatarios de estas prestaciones de cuidados exigen cada vez más el concurso de todos.
A consecuencia de la tradicional política de cuidados a cargo de las familias, la informalidad de la prestación se ha convertido en el modus operandi español y de buena parte de los países del sur de Europa. Cuidados informales aún constituyen el grueso de los cuidados recibidos por los mayores, incluso cuando se dan ayudas puntuales para el cuidado formal desde la red pública o desde entidades privadas. Tan solo nos alejamos de este modelo cuando las personas mayores ingresan en residencias, en general a causa de la debilidad de la red familiar, por ausencia o imposibilidad de miembros cuidadores, o por vínculos de parentesco lejanos que no mueven a la responsabilidad del cuidado.
Las mujeres siguen siendo el seguro de bienestar y de atención hacia las personas dependientes, no sólo personas mayores y discapacitadas, si no niños y aún varones escasamente corresponsabilizados en las tareas domésticas y de cuidado del grupo familiar. Cumplen una función propia de las desigualdades de género que adjudica a la mujer el papel de cuidadora principal; sin embargo, a partir de la mejora en las expectativas de vida, las exigencias del cuidado han ido más allá del tiempo libre que la mujer pudiera disponer en asuntos domésticos y de esa índole. La imposibilidad de conciliar otras actividades laborales, profesionales o domésticas con la extensión y amplitud que exigen los cuidados de una persona dependiente ha obligado a recurrir al mercado externo para la provisión de cuidados. De este modo, las exigencias de cuidados a tiempo completo que muchas personas dependientes demandan, en ausencia o la imposibilidad de las instituciones públicas y de la red familiar (las mujeres de dicha red) para ocuparse de esos cuidados, ha inducido un crecimiento en la demanda de servicios privados que sólo el mercado laboral de los cuidados podía satisfacer, y que básicamente se ha organizado en torno a las mujeres inmigrantes.

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Sabemos que el problema de la vejez no es estrictamente un problema biológico, médico o físico, sino que es, principalmente, un problema social y cultural; es decir, la vejez, su significado, es una construcción social.

Existe una diferencia substancial entre proceso de envejecimiento y vejez. Mientras el primero es un proceso que además se ha transformado en los últimos años, cargándose de vitalidad y expectativas, la vejez es un estado definitivo, irreversible y sobre todo, carente de horizontes de futuro que es lo que más cierra el sentido de sus posibles transformaciones.  Esta consensuada diferenciación entre envejecimiento (proceso) y vejez (circunstancia irreversible) se afianza, a su vez,  en una profunda transformación de la imagen de las personas mayores.

Nuestra vida es un proceso de continuo desarrollo y cambio y desde el momento en que nacemos comenzamos a envejecer.  Este proceso es algo personal, individual y determinado por las propias características de salud, experiencias, educación, medio etc… De este modo, la vejez como parte de este proceso, debería conformarse de forma distinta para cada persona y, como en una etapa más, poder disfrutar de sus ventajas y salvar sus inconvenientes; sin embargo existe un desconocimiento casi intencionado de lo que significa el envejecimiento. La vejez ha de contemplarse como un proceso variable y diferencial, y no uniforme y homogéneo. No podemos hablar de un único patrón de envejecimiento, sino que cada individuo tiene un modelo, un modo de envejecimiento propio.

Antes era considerado viejo, cualquier sujeto que superase los sesenta años. Estos mayores de sesenta años se caracterizaban por sus actitudes conservadoras; por tener una historia (con independencia del grupo social de referencia) marcada por la austeridad y la escasez, signados por un talante exigente pero a la vez despreciativo ante las otras generaciones más jóvenes, incapacitados para comprender las realidades nuevas y sus cambios; religiosos activos (fundamentalmente católicos); intransigentes; autoritarias/os; solitarias/os y vinculados a una imagen global de pobreza material en sus formas y signos de presentación pública.

Sin embargo, ahora, es decir en estos últimos años, esa misma imagen de vejez se ha retrasado hasta después de los setenta y cinco u ochenta años, y hasta esa franja de edad, las personas mayores se caracterizan por su disparidad, diversidad y heterogeneidad como sucede en todos y cada uno de los otros colectivos sociales existentes. Lo común a estos “nuevos” mayores que aún no son considerados viejos es que presentan actitudes muy disímiles, intentan disfrutar y situarse en el bienestar particular de sus vidas, parecen ser mayoritariamente aperturistas en sus posiciones, muy interesados en todo lo que sucede a su alrededor, permisivos, tolerantes, grupalistas y secularizados frente a la dominante fuerza de la religiosidad en sus perfiles pasados.

De manera muy global, la sociedad española sitúa el comienzo del envejecimiento, es decir la tendencia a ser mayores, alrededor de los cincuenta y cinco años, la longevidad a partir de los setenta años y la vejez o ancianidad a partir de los ochenta años. Sin ninguna duda puede afirmarse que se ha producido un proceso de rejuvenecimiento real de los mayores y, sobre todo, una profunda fractura en la ya tradicional noción del concepto tercera edad que, a todas luces, resulta insuficiente, inoportuna y poco eficaz para señalar al atomizado colectivo de personas mayores.

En términos más estructurales y reales, puede afirmarse que el principal eje diferenciador entre proceso de envejecimiento y vejez es el que marca la distancia entre ocupación y desocupación, siempre que entendamos estos términos en relación al trabajo productivo remunerado, que en España, a pesar de las transformaciones que se están produciendo en el ámbito laboral, siguen siendo centrales para la identidad de los sujetos.

LA CONSTRUCCION SOCIAL DE LA VEJEZ

El proceso de envejecimiento, en líneas generales, forma parte de un mensaje de carácter positivo, pero la vejez, como concepto, es una construcción social, una situación que muchas personas asocian indefectiblemente con la palabra clave: la pérdida. Pérdida de autonomía: necesidad de otras personas para cumplir funciones higiénicas básicas; pérdidas económicas y de autosuficiencia material; pérdida de funciones sensoriales (vista y oído) y locomotoras; pérdidas afectivas y de compañía (esposo/a, hijos, amigos…); pérdida de capacidad física, vital (menos energía) y sexual; pérdida de capacidad mental: menos reflejos y memoria; pérdidas sociales: jubilación, etc.; pérdida o limitación en las posibilidades de comunicación, factor decisivo dada la importancia de la comunicación en la familia y en la sociedad.

Y esas pérdidas están engarzadas en el imaginario social con la dependencia de unos o de otros, familiares o ajenos, privados o institucionales, lo cual significa que no hay autonomía total porque ya no se es en su totalidad. Porque esta totalidad depende de los servicios familiares, sanitarios o sociales, o de todos en su conjunto; y entonces, el bienestar es dependiente de la buena voluntad de los otros, que no siempre se manifiesta en tal sentido, como se puede desprender de las denuncias por abandono, malos tratos, incluso violencia y muerte, señalada en ocasiones por los medios de comunicación.

Aunque sin llegar a estas situaciones de violencia y pérdida de dignidad, lo peor de la vejez y de sus componentes sigue siendo la pérdida de autonomía en general, la pérdida de autonomía moral e independencia civil, que les somete al dominio de aquellos poderes públicos y privados (la familia, los médicos, las autoridades) de los que dependen.

Lo más triste del trato que damos a los viejos no es que les abandonemos a su suerte (lo que al menos les obliga a valerse por sí mismos), sino que les tratemos como a menores de edad necesitados de protección y tutela, lo que les coloca bajo nuestro poder discrecional y arbitrario. Pues al sentirnos magnánimos y aceptar protegerles, lo hacemos privándoles de sus derechos, tras expropiarles su propia responsabilidad personal como sujetos agentes. Por eso les engañamos con mentiras piadosas, les impedimos que elijan por sí mismos y tomamos decisiones por ellos, llegando en la práctica a incapacitarlos aunque sólo sea informalmente.

Así pues, en el imaginario social, la construcción de la vejez se hace desde la idea de pérdida, principalmente de autonomía, y por tanto se asocia con las dependencias de cualquier tipo, a partir de las cuales, la familia, los servicios sanitarios y otro tipo de instituciones toman su protagonismo.

Además, en esta construcción social, hay algo que en la actualidad se asocia inequívocamente a la vejez definiendo el estatus social de las personas: la edad. Hemos constatado que la edad es el principal componente definidor de estatus social. Sin embargo, en la determinación del estatus también utilizamos criterios económicos o de actividad económica. Por ejemplo, cuando respondemos a la pregunta de ¿a qué edad se es viejo?, o su contrapunto ¿qué edades son las de la persona joven?, las respuestas tratan de limitar estructuralmente el paso de la edad adulta a la edad vieja, o de la edad joven a la edad adulta; aunque no son sino límites artificiales establecidos sobre concepciones sociales determinadas por el proceso de actividad productiva o económica.

Es verdad que el concepto de ser mayor de edad ha cambiado radicalmente en estos años, y que la probabilidad de vivir esos años (dilatados años, cada vez con mayor frecuencia), con ciertas cotas de bienestar y de calidad de vida, al menos entre la población de los países desarrollados, empieza a ser una realidad; sin embargo, este notable aumento de la longevidad también tiene su parte menos positiva, y es que ha repercutido en el incremento de problemas y enfermedades relacionadas con la edad, como son la demencia senil y presenil que tiende a precipitarse a partir de los setenta años.

Hay enfermedades crónicas responsables de la mayoría de las muertes y discapacidades, como son la arterosclerosis, la artritis, la diabetes, el enfisema pulmonar, el cáncer y la cirrosis, que representan en sí limitaciones fundamentales por la pérdida acelerada de las reservas del organismo. Además, existen factores científicamente probados que aceleran el envejecimiento de una persona como son la hipertensión arterial, el colesterol elevado, dieta y nutrición inadecuada, capacidad vital disminuida, el sedentarismo, la obesidad, el tabaquismo, el alcoholismo, y diversos factores adversos (personales, psicológicos, sociales y culturales).

No obstante, los avances científicos han permitido el control y prevención de las enfermedades infecto-contagiosas, la promoción de salud y la prevención de los factores de riesgo y de las enfermedades crónicas. De hecho, sabemos que una persona genéticamente favorecida y que evite la enfermedad y los factores de riesgo, puede vivir más que lo actualmente establecido.

En la actualidad, percibimos que se vive más tiempo desde el umbral de los sesenta y cinco años, y el alargamiento de la vida se acompaña de una mejora del estado de salud en todas las edades. El declive de la autonomía personal y, finalmente, la muerte, acaban por llegar, pero cada vez más tarde.

Este proceso de crecimiento del grupo de edad de los mayores, ha conducido a una subdivisión en su interior, pues algunos demógrafos ya hablan de viejos jóvenes hasta los setenta y cinco u ochenta años, porque en general están en perfectas condiciones, y de los viejos más viejos pues a partir de esa edad es cuando las condiciones de salud comienzan a deteriorarse. Precisamente los mayores de ochenta años son considerados como el grupo de edad avanzada en el cual se producen mayores demandas de asistencia social y sanitaria. Es la llamada cuarta edad, y son ya la porción del total de población española que más va a crecer.

La imagen global de las personas mayores presenta una notable revitalización. Se entiende  el envejecimiento y la vejez como dos realidades distintas de la vida de las personas mayores y, desde ese momento, construyen dos imágenes diferentes sobre cada uno de estas etapas. Estas realidades pueden ser explicadas recurriendo a otros ejes que cruzan el envejecimiento y la vejez. Y estos son, fundamentalmente, la ocupación/desocupación y la autonomía/dependencia. La articulación de estos ejes permite diferenciar la realidad de los mayores de la realidad de los ancianos.

La vejez es un estado definido por la dependencia total o parcial de las personas mayores con respecto a terceras personas e instituciones. Por tanto, se percibe la vejez como un producto natural que se inscribe en el ciclo vital de los seres humanos. Se trata de una etapa inevitable a la que toda persona llega irremediablemente como consecuencia del deterioro de sus facultades físicas y mentales. Este deterioro hace que las condiciones sociales de vida de los ancianos y las ancianas sean problemáticas y conflictivas. En la vejez, por tanto, la naturaleza impone su ley a la sociedad.

Con excesiva frecuencia se asocian los conceptos de dependencia y discapacidad con persona mayor, como si aquellos fueran acompañantes inevitables de estos últimos. Frente a esta equívoca percepción de la vejez, cada vez menos se puede observar a personas mayores en situación de dependencia. La inmensa mayoría de las personas mayores (más del 70%) no sufren discapacidad alguna, y más del 85% son independientes y realizan una vida normal y autónoma hasta edades muy avanzadas.

A pesar de ello, la sociedad en general sigue relacionando la vejez y los mayores con la enfermedad, la dependencia y la falta de productividad, en muchas ocasiones haciendo caso omiso de su experiencia y sabiduría, desaprovechando la oportunidad social de contar con la voluntariedad de este sector de población.

Hoy la vejez consiste también en el miedo colectivo que asocia vejez con muerte. Es posible también que detrás  de estas visiones deterministas y estereotipadas sobre la vejez, haya además un problema de concepción de la misma. Porque el envejecimiento puede ser entendido no ya como una meta a la que se llega a tal o cual edad, sino como todo un proceso que discurre a lo largo de la vida (somos cada día un poco más viejos). Un proceso intersubjetivo  en el que las personas mayores y las personas de su entorno deciden cuándo se es viejo y qué papel se desempeña como tal dentro de la comunidad. Y un proceso, además, dinámico, puesto que todo lo anterior puede ser revisado con el tiempo. El modo en que se concibe cómo debe ser una persona mayor en relación con otros grupos de edad y el rol de la gente mayor en las sociedades son cuestiones que cambian con el tiempo al igual que cambia la sociedad en la que viven.

Esta concepción compleja de la vejez entiende que el envejecimiento supone también una gradual pérdida de ingresos, funciones corporales e independencia, pero pone en entredicho cuestiones centrales, como la idea de que un incremento en el número de personas mayores de sesenta y cinco años conlleve obligatoriamente que aumente el número de personas dependientes de forma proporcional. Esto es algo que vendrá dado por la capacidad de las personas y por el lugar que la sociedad les asigne.

Envejecer no significa necesariamente que la persona se deslice inevitablemente hacia el deterioro físico y mental, hacia la soledad, hacia el abandono, hacia la no participación en la vida socio-política de la comunidad en la que vive. Desde esta perspectiva será más fácil aceptar el proceso de la vida en su totalidad, incluida la vejez, como punto de partida  hacia una sociedad  más madura, en la que se pueda perder el miedo a envejecer y morir.

Hace tiempo que debería haberse producido un cambio básico en la percepción de la sociedad sobre las personas de edad. Con mucha frecuencia se las considera erróneamente como personas que necesitan ayuda, en lugar de verlas como una fuente potencial de solución de problemas, propios y de la comunidad. A menudo no se les proporcionan recursos ni se financian las iniciativas que promueven. Podría ser muy ventajoso si se les diera infraestructura social y algún tipo de financiación para actividades de ayuda mutua u otras que les permitieran unir fuerzas, planificar actividades conjuntamente con otras generaciones y relacionarse con organismos externos, incluida la búsqueda de empleo o de crédito.

Sin embargo, en la actualidad la imagen que se construye en torno al proceso de envejecimiento es una imagen dotada de connotaciones negativas, asociándose a pasividad, enfermedad, deterioro y carga social. Es cierto que con el proceso de envejecimiento se concluyen las etapas vitales de una persona, y que esto es del todo inevitable, pero no debe equivaler a vulnerabilidad y mucho menos invisibilidad, pues es la invisibilidad social la que promueve la vulnerabilidad de las personas de edad a través de las múltiples dependencias que generan, desde las económicas hasta las emocionales, pasando por las instrumentales.

Hoy día, en la construcción social del envejecimiento interviene el imaginario de una sociedad basada en la productividad (de ahí las relaciones de oposición entre activo y pasivo), en la juventud (el modelo de consumo por antonomasia es el de la eterna juventud), y en el poder, aunque no el poder de la gerontocracia, sino el poder de  los adultos productivos. Por esto, la imagen del envejecimiento es una imagen cargada de consideraciones negativas que implican discriminación de las personas de edad, al punto de producir no sólo indiferencia o abandono, sino también exclusión y negación de espacios y roles, negándoles el reconocimiento como sujetos de derecho.

Esta construcción social en negativo de la imagen del envejecimiento es preciso combatirla generando desde los medios de comunicación (verdaderos artífices en la construcción de imágenes sociales), cambios en los hábitos y en las actitudes sociales, eliminando todo tipo de prejuicios que impiden la visibilización de las personas de edad en igualdad con el resto de la sociedad. Porque es necesario que las personas de edad sean visibilizadas, no como destinatarias de las ayudas y cuidados de la sociedad, lo cual magnifica las relaciones de dependencia y hace de los mayores sujetos pasivos, sino como artífices de su destino.

Pese a que la calidad de vida depende de las condiciones socioeconómicas de la población, se ha constatado que el principal factor de desigualdad en la percepción subjetiva de la propia salud es el nivel educativo. Recientes estudios transculturales acerca del autoconcepto de las personas mayores sugieren que una dimensión significativa de una madurez plena es encontrar nuevas y diversas vías para seguir teniendo una vida plena de sentido. O sea, que las habilidades adquiridas por los mayores para encontrar un sentido a la vida contribuyen positivamente a la experiencia de envejecer.

En el pasado los viejos eran los depositarios del saber y del conocimiento como producto de la experiencia y el paso de los años. La idea del saber era la de un saber del pasado, es decir, estaban los que conocían el pasado, que enseñaban a los del presente a vivir, a obrar, las técnicas etc. El que conocía, el maestro, el anciano, era el que conocía las técnicas y era el que se las enseñaba a los demás, de modo que el futuro no era visto como una fuente de novedades positivas, sino más bien como la pérdida o la posibilidad de la pérdida de los haberes que estaban depositados en el pasado. El anciano que estaba más en relación con ellos, en quien se encontraban depositados los saberes y los conocimientos, era algo así como la memoria viva, era el que de alguna manera juzgaba las formas de vida. La vejez era un grado, la vejez era de alguna manera una cierta distinción honrosa, porque estaba ligada a la sabiduría, al conocimiento; es decir, el anciano sabía más que los otros por lo tanto era visto como alguien valioso, como alguien a conservar, como alguien, que era un tesoro para el grupo, porque ahí estaban los conocimientos que el grupo requería, necesitaba.

En la actualidad, la pérdida de valor de las personas mayores es un hecho central en las sociedades desarrolladas donde se han invertido los roles, y donde lo viejos son señalados como contrarios a lo innovador, a la creatividad, a la invención y al conocimiento que continuamente se reinventa, dejando como obsoleto y caduco lo que un día fue novedad. Hay que estar a la última, pero por poco tiempo, por que enseguida ésta se quedará vieja; y porque habrá algo más nuevo, más actual y simbólicamente más positivo.

De este modo, todo lo que de positivo tuvo en el pasado la vejez o la ancianidad como fuente y depósito del saber y el conocimiento, hoy día se ha invertido; es decir, se ha negativizado, puesto que el conocimiento se crea y se destruye en un movimiento continuo y no lineal, y puesto que el saber ya no es la prerrogativa del mayor, sino del experto, aquél que es capaz de relacionarse con la tecnología y siempre que ésta no quede obsoleta ante otra más novedosa.

Por esto, el término de viejo ya no tiene el carácter simbólico positivo que tuvo en el pasado, pues la novedad, es el becerro de oro que inspira nuestros deseos e impulsa nuestras relaciones. Antaño, los viejos simbolizaban la experiencia y la sabiduría, pero hoy ya no significan nada salvo su ligazón al mercado y al consumo, aspectos que si le devuelven el rol y la consideración social.

LA JUBILACION

En 1970, la jubilación se producía, generalmente, hacia los sesenta y cinco años, con lo que quedaba entonces una esperanza de vida de trece años por término medio. En la actualidad, la jubilación se inicia alrededor de los sesenta años, y a esta edad un hombre puede vivir una media de veinticinco años, habida cuenta de que el retroceso de la mortalidad se ha acelerado desde 1970.

Si en un principio la jubilación respondía a la necesidad de garantizar la subsistencia de quienes por razones de edad estaban incapacitados para trabajar adecuadamente, hoy en día esta idea carece de validez, dado que es cada vez más frecuente que las personas que se jubilan lleguen a la edad de jubilación en plenitud física y mental. Además, el índice de empleo de las generaciones de 55-64 años ha descendido desde la década de los setenta de modo significativo, por lo que el comienzo de la inactividad definitiva y la jubilación se desvinculan, hasta el punto de observar que los subsidios de desempleo o las prejubilaciones anticipadas se han convertido en una fase que conecta con la fecha oficial de jubilación.

Han sido los sistemas de jubilación quienes han contribuido al ordenamiento y jerarquización del ciclo de vida en tres etapas principales, con el trabajo como etapa central que define el contenido social de la vida adulta, y que está enmarcado por la juventud dedicada a la formación para el trabajo, y por la vejez, asociada a la inactividad.

De forma paradójica, al situar la productividad como valor central en la sociedad actual y la valía individual en función de la aportación realizada al producto social, nos encontramos con que la actividad laboral y productiva es el instrumento y rasero desde el que se mide el estatus social, el poder, la utilidad social, etc., pero a su vez, declaramos de forma arbitraria que se es viejo cuando se cesa en la actividad laboral al cumplir los sesenta y cinco años, constatando de este modo que la jubilación se traduce culturalmente por inactividad social y en correspondencia, un estatus social bajo con escasa capacidad de influencia social dada la consideración de inutilidad.

Un repaso a la historia social ilustra y permite comprender cómo las diferentes estructuras sociales han impuesto diferentes realidades a la población anciana. Así, la dicotomía trabajo/ocio basada en la edad es un aspecto que sólo aparece en las sociedades industriales (que se prolonga hasta nuestros días), no existiendo en las sociedades nómadas y agrícola-ganaderas, en las que los ancianos ocupan su tiempo en cuidar de los niños y de la transmisión simbólico-cultural, además de ejercer funciones de dirección y toma de decisiones respecto a la explotación y al grupo social hasta el momento de la muerte.

El adelanto de la edad de jubilación y el aumento de las expectativas de vida están haciendo de la vejez un período especialmente sustancial y largo, en el que el trabajo deja de ser el eje de la existencia, y el tiempo libre y las actividades de ocio se sitúan en un primer plano. No obstante, esta preponderancia del tiempo libre frente al tiempo de trabajo, no es, en modo alguno, algo natural en los mayores sino que es fruto de la imposición de la construcción social de la realidad histórica que vivimos.

El deterioro se inicia y desarrolla paulatinamente durante el envejecimiento, proceso que empieza con la jubilación y termina con la dependencia. Se trata, por tanto, de un fenómeno social, que tiene consecuencias negativas sobre las condiciones de vida de los mayores. En esta etapa de la vida los imperativos sociales dominan sobre la naturaleza de estas personas y así merman su buena predisposición natural a vivir en positivo. La sociedad, por tanto, acelera el envejecimiento y lo iguala con la vejez. La sociedad es la responsable de que el envejecimiento se convierta en un problema o, cuando menos, en un reto para los mayores. El punto de inflexión instituido por la sociedad –la jubilación- no coincide con el hito marcado por la naturaleza –la dependencia-. La jubilación acelera el deterioro psicofísico de las personas mayores y, de este modo, adelanta la llegada de la dependencia y de la vejez. Tendría que producirse una inversión de la situación actual del envejecimiento en la que la sociedad domina sobre la naturaleza. Las personas sólo deberían considerarse mayores, cuando sus condiciones naturales así lo dictasen, no cuando una persona cesa en el mundo laboral.

Si nos centramos en el envejecimiento biológico la persona que acaba de jubilarse, seguramente no evidencia signos de deterioro o un declive espectacular como se espera de alguien que ya es viejo. Parece claro por tanto, que nuestro medio sociocultural no favorece la aceptación de  esta nueva vejez que está constituyéndose, una vejez en la cual es posible encontrar las mismas o distintas motivaciones de actuación y de sentimientos como en cualquiera de los otros estadios de la vida. Es justamente en esta etapa de la vejez cuando por primera vez la persona se libera de muchas ataduras, bien de tipo profesional o familiar y cuando posee mucho tiempo para dedicarse a uno mismo, a sus aficiones y a sus seres queridos.

Nos encontramos ante una situación personal del nuevo jubilado, distinta respecto al de generaciones de jubilados anteriores; pues el nuevo jubilado se presenta en sociedad con un periodo más dilatado en expectativas de vida, con un nivel educativo y de formación superior y, por lo general, con un nivel de renta o de ahorro, dependiendo de la actividad profesional ejercida, también muy superior al de jubilados anteriores. Pero sobre todo, lo más importante, su actitud ante la nueva etapa como jubilado y las estrategias sociales y económicas que establece.

Con el aumento de la longevidad, el perfil medio de personas mayores actuales también ha cambiado respecto al pasado. Debido a los avances médicos, los mayores son hoy, no sólo un sector social cada vez más numeroso, sino también un colectivo en el que la incapacidad y la dependencia se ven relegadas a edades cada vez más avanzadas, pues la calidad de vida de las personas mayores ha mejorado, lo que trae consigo que cada vez haya más personas sanas durante más años, con más recursos económicos, más cultas, más vitales, más activas, y se espera que esta tendencia se acentúe incluso en las próximas décadas. No es extraño que cada vez sean más las personas interesadas en continuar aprendiendo, cuando son conscientes de los beneficios, en términos de tiempo libre, que conlleva pasar la última etapa de la vida fuera de las obligaciones del trabajo remunerado, con todas las condiciones para poder implicarse y disfrutar con nuevas actividades.

Son los nuevos jubilados los que establecen una clara distinción entre ellos y el resto de jubilados. La diferencia entre ellos y los demás radica en la necesidad y capacidad que tienen de seguir haciendo cosas para sentirse útiles. No se trata de seguir trabajando, sino de buscarse una serie de actividades que ayuden a que ellos se sientan realizados, o, lo que es lo mismo, que sientan que su tiempo libre es de utilidad, produzca algo. El objetivo de estas personas, una vez que se jubilan, es buscarse actividades nuevas donde tener asignado un rol para que la sociedad se dé cuenta que los mayores tienen cabida en la sociedad, que no son excluidos sociales ni personas dependientes.

La libertad que da la jubilación es otro aspecto destacado en el discurso de las personas que componen este colectivo, y es fundamental en la distinción entre el viejo y el nuevo jubilado. Antes, la jubilación era la ruptura con el trabajo, la ausencia del hombre de la esfera pública, lo que podía producir desestructuración en la vida de los mayores debido a los roles secundarios que les asignaba la sociedad. Esa libertad que, aparentemente, da la jubilación no era aprovechada por los mayores. Sin embargo, hoy, la libertad sí es aprovechada, ya que la jubilación no supone la salida de la esfera pública, sino todo lo contrario, se permanece en ella, aunque en otro espacio. Esto es así porque los mayores son diferentes, ahora están más preparados para esta situación, tienen recursos económicos, psicológicos y sociales para enfrentarse al proceso de jubilación, y encontrar nuevos roles y espacios sociales en un corto período de tiempo.

Es cierto que el cambio se ha producido en la percepción que tienen los jubilados de sí mismos, aunque este cambio también viene protagonizado por la sociedad, donde cada vez más, aumenta el número de personas que abandonan los estereotipos forjados acerca de la jubilación y de la actividad que desarrollan o pueden desarrollar los jubilados. Los jubilados actuales se distinguen de los jubilados de generaciones anteriores, por desarrollar un abanico de actividades sociales y personales que les proporciona autoestima y que combate la percepción negativa que la sociedad pudiera expresar de forma convencional.

Efectivamente, tras la jubilación se abre una nueva fase dentro del ciclo vital para la que no siempre estamos adecuadamente  preparados, pues la vejez es la edad de la vida en la que existe más variabilidad tanto del estado de salud como del estado psíquico, o de las relaciones sociales. La variabilidad en el estado de salud influye en cómo se vive la jubilación, porque puede, por una parte adelantar o retrasar el retiro laboral y, por otra, favorecer o limitar la realización de actividades y la cantidad de contactos sociales tras la jubilación. Así se han identificado como las variables sociales que más influyen en la jubilación, el apoyo social, percibido por parte de las personas relevantes (familia, amigos, compañeros, etc.), que conlleva una mejor adaptación a la jubilación. El estado civil que condiciona de forma significativa la vivencia de la jubilación y el nivel educativo y los ingresos económicos que se consideran también factores sociodemográficos importantes en el ajuste a la jubilación. Por lo general, cuanto más alto es el nivel educativo, mejor suele ser la adaptación a la jubilación ya que suele planificarse antes y mejor el paso a esta nueva situación. Ingresos inadecuados y problemas financieros se asocian con insatisfacción y mal ajuste; por el contrario, disponer de recursos económicos adecuados, junto con un apoyo social importante, un buen estado de salud, etc., predisponen a afrontar este proceso vital de modo satisfactorio. Muy unido al nivel de ingresos está la categoría y los factores laborales de la persona jubilada. La pérdida del rol de trabajador es más problemática para aquellos jubilados que estaban en puestos de poco prestigio, que para los que ocupaban puestos de reconocimiento personal y profesional. Estos últimos, una vez jubilados mantienen mayor contacto con grupos profesionales, se implican más en trabajos a tiempo parcial, etc., lo que hace aumentar sus niveles de satisfacción vital.

Hoy día se puede afirmar que las personas mayores manifiestan una actitud que ambiciona hacer de la vejez una senda de autosuperación personal y ascensión civil. El objetivo no es otro que dotar de significado y función social a esa nueva etapa ganada a la vida y restablecer el equilibrio entre aquel anciano sabio de antaño, y el viejo como un referente negativo del presente, hasta lograr ciudadanos visibles, con rol y estrategias de autoestima.

Es cierto que también se observa entre las personas mayores miedo y temor hacia la enfermedad y la dependencia, pero también vitalidad, optimismo, dignidad y ganas de vivir con intensidad hasta el último segundo. Los viejos de hoy han comenzado a hacer historia de la longevidad en masa, de ser una mayoría de población, creando escuela al viajar, estudiar, participar en redes de solidaridad y consumir.

Los mayores de hoy tienen mejor salud, mejor educación, más poder adquisitivo (sin que deje de haber un 30% de ancianos españoles en el umbral de la pobreza), y forman parte de las estrategias empresariales que buscan alcanzar mayores cuotas de mercado. Tienen la hipoteca pagada, los hijos fuera de casa y son muchos, cada vez más. Se han jubilado y disponen de toneladas de tiempo libre. Por eso se han convertido en unos nuevos reyes del consumo, y por eso las multinacionales se han arremangado para inventar productos y servicios dedicados a un sector de la población que habían olvidado.

Para los mayores, para los senior, el colectivo formado por quienes tienen más de cincuenta y cinco años (esa categoría de edad a la que nadie parece querer apuntarse), está el mercado. Un mercado que se preocupa y se ocupa de la demanda solvente de un colectivo que promete ser extraordinariamente rentable, sobre todo en el futuro, cuando se jubilen las próximas promociones más escolarizadas, sobreeducadas e hipertituladas.

Productos cosméticos, de alimentación y de ocio dirigidos al público mayor han proliferado, como en su día lo hicieron los pensados para el público joven (más de cuarenta mil mayores de edad acuden a universidades, y en Internet proliferan los portales y otras páginas web dedicadas a jubilados), y los servicios, básicamente el gasto en pequeñas compras y el turismo, son los productos favorecidos por este segmento del mercado, dotado de tiempo libre, buena salud y poder adquisitivo. Las empresas están tomando nota del fenómeno y hoy, un tercio de las ventas de la distribución de gran consumo se concentra en mayores de sesenta y cinco años según los paneles de consumo que manejan las multinacionales. En España, el programa de termalismo rescató un sector entero. Sabemos que los jubilados de hoy viajan en avión o en su propio coche y visitan países lejanos, consumen cada vez más, y constituyen un grupo que lleva años escalando puestos de importancia en los estudios de mercado.

En la actualidad, las personas mayores tienen muchas posibilidades de disfrutar de un ocio significativo y altruista, un paso más allá de aquella cultura del ocio planificado y promovido por instituciones y administraciones, que situado en el campo del ocio recreativo daba satisfacción al anhelo de vacaciones y descanso. A pesar de que la sociedad ejerce sobre los jubilados el nuevo mandato de disfrutar del tiempo libre que les quede de vida, las personas mayores encuentran la felicidad y el gozo en sus relaciones con los demás, en sentirse útiles y en servir a la sociedad.

Los mayores contribuyen activamente al sostenimiento de la sociedad. La rápida transformación de la familia española y su segmentación, con la incorporación de la mujer al mercado laboral en condiciones de igualdad, ha hecho de los viejos figuras imprescindibles en los hogares con el fin de que sus descendientes puedan conciliar el trabajo y los hijos. Abuelas y abuelos han adquirido un lugar fundamental en la crianza y socialización de los nietos al representar papeles de padres, amigos, maestros y acompañantes desde su más tierna edad hasta el final de sus días.

Pero también han adquirido conciencia cívica y se mueven mucho, realizan actividades en ONGs y se asocian para defender derechos o buscar soluciones. Los mayores de hoy no sólo orientan su actividad ociosa hacia planes formativos en proyectos universitarios, sino también hacia actividades de participación social de carácter altruista, que les proporciona un sentido de identidad y un sentimiento de utilidad social. La contribución activa y productiva de los mayores, se da tanto en trabajos remunerados como sin remunerar (el hogar, el cuidado de niños o de otros mayores), así como en labores de voluntariado (en colegios, comunidades, organizaciones públicas, museos y empresas privadas). De este modo les hemos reconocido en la familia como consejeros, recaderos, limpiadores, cuidadores; en los colegios participan en proyectos intergeneracionales; son activos en programas de acogida familiar, en asociaciones diversas y hasta asesoran empresas. Estas actividades mantienen y aumentan sus contactos sociales y su bienestar mental, a la vez que hacen que se sientan reconfortados por su contribución a la sociedad.

Las personas mayores han ido, lentamente, incorporándose a las modernas formas de consumos culturales extradomésticos: cine, teatro, lectura, visitas a exposiciones, participación en fiestas populares, actividad en ONGs, etc. todo lo cual ha estado acompañado de una notable mejora en los procesos de autocuidado y presentación pública de éstas/os, avalado por la flexibilidad de los mercados que han incorporado, de forma muy rentable, la oferta de productos y servicios para este amplio colectivo.

Para dar mayor énfasis a estos cambios y estas profundas transformaciones, sólo habrá que tener en cuenta el amplio y masivo volumen de personas mayores que demandan actualmente acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación (Internet) sin perder de vista la importancia de la red de sujetos vinculados a los sistemas de teleasistencia y el amplio segmento de mayores que disponen de telefonía móvil y tarjeta de crédito.

Para quienes se han quedado solos, bien por soltería o viudedad, han surgido los programas intergeneracionales de vivienda compartida, que constituyen una experiencia muy positiva y enriquecedora para las dos generaciones. En estos programas, la persona mayor presta su casa a la más joven y a cambio recibe compañía y atención si lo necesita. El joven, por su parte, sabe que no se trata de una pensión sino de un hogar en toda su extensión. Aunque existen programas similares pero con denominaciones y matices diferentes, uno de los objetivos fundamentales que persiguen es, combatir la falsa idea de que la vejez es una etapa inactiva e improductiva de la vida y, a la vez, sensibilizar a los jóvenes respecto de la realidad de los mayores fomentando el crecimiento de la conciencia solidaria.

Todo esto no significa que las distintas generaciones de mayores hayan cambiado de hábitos, sino que dependiendo del capital cultural, la desigualdad de género en las actividades productivas, las condiciones de salud, la situación familiar o los estereotipos sociales; en definitiva de la experiencia vital, podamos encontrar grupos de personas mayores que ocupan su tiempo libre en los espacios sociales tradicionales promovidos por instituciones públicas y privadas. Pero si bien los modelos asistenciales y dinamizadores son necesarios para atender a las necesidades de las personas mayores, también se ha avanzado con modelos participativos que vinculan a instituciones, empresas y centros educativos en la aceptación social de la vejez. Este es el modo de dar valor a las personas mayores, aprovechando su conocimiento y experiencia, no para dirigir las entidades, pero sí para sacar el beneficio de su opinión.

Modelos asistenciales y modelos participativos desarrollan actividades en el contexto extradoméstico; es decir, en un contexto de carácter social y público, fuera del espacio privado y familiar, con amigos, conocidos o personas con las que pueden coincidir en ocasiones. De este modo, las actividades sociales les permiten alejarse del ámbito doméstico y familiar, donde en ocasiones han sido invisibilizados, explotados o agredidos. Ocupan el mundo social externo de una forma más asidua y variada con actividades de ocio, participativas e incluso formativas, si bien es cierto que existe una sustancial continuidad en el tipo de actividades que se realizan antes y después de la jubilación, de tal modo que más de dos tercios de las personas que se jubilan no inician actividades nuevas (culturales, artísticas, sociales, etc.) que no hubieran realizado antes.

Poca atención se presta al patrimonio de conocimientos, experiencia, habilidades y sabiduría que tienen las personas de edad para educar y formar a las jóvenes generaciones. Esa falta de atención equivale a la falta de apoyo en la adopción de políticas públicas para fomentar y favorecer la plena participación de las personas de edad en la sociedad. En este sentido, la organización y gestión de las instituciones deberán orientar sus recursos humanos hacia prácticas profesionales que faciliten y garanticen a las personas  mayores el acceso a los derechos de los cuales son titulares.

Un aspecto que dificulta la aplicación de diferentes programas para personas de edad es la relación predominantemente tutelar a la que muchos mayores están sometidos, sin apenas capacidad de iniciativa y de decisión. Esta sensación de falta de control y auto-determinación en sus vidas produce consecuencias enormemente negativas sobre la salud. Son varios los autores que han mostrado que aumentar la sensación de control incrementa sustancialmente el bienestar personal y la salud, influyendo positivamente incluso en el sistema inmunológico. Se ha visto que todo lo que sea proporcionar iniciativa, responsabilidad y capacidad de decisión fomenta el bienestar y la salud del anciano. Algunas experiencias realizadas en residencias de personas mayores han mostrado estas pautas.

El trabajo voluntario de las personas de edad es un modo singular y particularmente valioso de “envejecimiento activo”, puesto que su contribución es fruto de toda una vida de experiencia, sabiduría y calor humano al servicio de las demás generaciones. Al realizar el trabajo con libertad, por motivaciones exclusivamente intrínsecas y no materiales, se sienten satisfechos, útiles y adquieren tanto autoestima como reconocimiento social. El trabajo voluntario es una forma valiosa y productiva de que las personas de edad se mantengan comprometidas socialmente, utilicen sus conocimientos, conserven y desarrollen el sentimiento de servir para algo, de tener un valor innato, de respeto por sí mismos. Este compromiso y autovaloración provoca naturalmente más independencia, salud y bienestar para las personas de edad.

Mucho de lo que podemos hacer para asegurarnos una jubilación feliz implica adquirir madurez emocional, tomarse un tiempo para encontrar actividades que nos estimulen y nos hagan más tolerantes, profundos y complejos, y actividades en las que participen otros, y en las que en muchos casos, el único beneficio obvio sea para los demás.

BIBLIOGRAFÍA:

– GIRÓ, J. (coord.) (2004): Envejecimiento y Sociedad: una perspectiva pluridisciplinar. Logroño: Universidad de La Rioja. Servicio de Publicaciones.

– GIRÓ, J. (coord.) (2005): Envejecimiento, salud y dependencia. Logroño: Universidad de La Rioja. Servicio de Publicaciones.

– GIRÓ, J. (coord.) (2006): Envejecimiento activo. Envejecimiento en positivo. Logroño: Universidad de La Rioja. Servicio de Publicaciones.

– GIRÓ, J. (coord.) (2007): Envejecimiento, autonomía y seguridad. Logroño: Universidad de La Rioja. Servicio de Publicaciones.

– GIRÓ, J. (coord.) (2009): Envejecimiento, tiempo libre y gestión del ocio. Logroño: Universidad de La Rioja. Servicio de Publicaciones.

– GIRÓ, J. (coord.) (2010): Envejecimiento, conocimiento y experiencia. Logroño: Universidad de La Rioja. Servicio de Publicaciones.

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Acaba de publicarse por la editorial Comares de Granada, el libro colectivo «Seguridad, excepción y nuevas realidades jurídicas» coordinado por Mª José Bernuz  y Raúl Susín, gracias a la investigación que se encuentra detrás de los proyectos «Seguridad, estado social y cultura punitiva» de la Universidad de Zaragoza y «La protección de la seguridad en la sociedad del riesgo: una aproximación desde la sociología jurídica», de la Universidad de La Rioja. A este nuevo libro he contribuido con un artículo «Identidad étnica, adolescencia y aculturación» (páginas 161-176) que comencé a escribir a raíz de la muerte de mi amigo y colega Eduardo Terrén Lalana, que falleció en agosto de 2008 al precipitarse en el vacío en uno de sus habituales recorridos por la montaña del pirineo oscense. Para quienes estén interesados dejo una parte de las conclusiones de dicho artículo:

«Los jóvenes con identidades culturales híbridas, perciben las diferencias de los distintos medios como una ventaja que les permite escoger los grupos con los que se quieren identificar, y al cambiar de contexto cultural, aprovechan su bagaje para realizar un proceso de integración efectivo y rápido (Massot, 2003). Habitar tanto en una sociedad multicultural, como ser social y culturalmente competente, implica saber cuándo es mejor reificar o revitalizar las diferencias. Muchas veces, las fronteras culturales son más débiles que la capacidad de los jóvenes para cruzar las líneas divisorias de un lado a otro sin perder su sentido de identidad. Aunque se sientan divididos entre dos culturas, esa habilidad para cambiar es percibida como una ventaja por todos aquellos que la poseen. Y cuando esa ventaja se vuelve evidente, el cambio de actitudes entre una y otra identidad se convierte en un acto consciente.

Los jóvenes se adhieren a diferentes identificaciones de acuerdo con sus objetivos. Y la adaptabilidad desarrollada, se ha convertido para ellos en una habilidad fundamental para la supervivencia. Al mismo tiempo, las diferencias biculturales de estos jóvenes les han facilitado el desarrollo de otras habilidades, con las cuales pueden aprehender, comprender y convivir con códigos diferentes, y en distintos contextos.

La globalización, como marco sobre el que se dibuja la diversidad cultural, es el escenario desde el que se construyen las identidades. Unas identidades no sujetas a orígenes, ni a pertenencias; de carácter flexible, inestable y cambiante, que acompañan la propia indefinición, inestabilidad y practicidad de los adolescentes, hijos de la inmigración. Unas identidades que superan, o al menos atraviesan, las relaciones de desigualdad sobre las que se organizaron las identidades étnicas de sus padres con la sociedad de acogida.

Al efecto, señala Terrén (2002), que la clave de esta aproximación radica en que la conceptualización de la pertenencia étnica no se construya (o no se construya sólo) sobre un modelo predefinido de cierre cultural y repliegue comunitario, sino que sea una conceptualización capaz de reproducir la diversidad en vez de segmentarla y que, al hacerlo, sea sensible también a las estrategias individuales de integración, a los sincretismos, hibridaciones y voluntades de asimilación. En definitiva, un modelo complejo de la pertenencia étnica, es un modelo que basa su potencial teórico en interesarse más por destacar la diversidad con que la etnicidad es puesta en juego, que por reducirla a la unidad de supuestos atributos esenciales.

Por tanto, estas identidades híbridas, no sólo alejan el esencialismo de los análisis basados en la homogeneidad e invariabilidad de las culturas, sino que, además, se desembarazan de los prejuicios analíticos sobre la «aculturación» como pérdida, asociada a una desvalorización de los componentes identitarios de carácter híbrido logrado.

Por desgracia, la desvalorización de las identidades híbridas, el apego a una tradición inventada, la manipulación de las culturas y la exaltación del choque, violencia y competencia entre las mismas, ha preparado la asunción de estrategias defensivas de los adolescentes involucrados en estas manifestaciones de racismo cultural. Se puede tratar de estrategias interiores, sea asumiendo estereotipos racistas o a través de comportamientos agresivos y violentos (Terrén, 2007). Se puede manifestar mediante maniobras exteriores, a través de una asimilación a los nacionales y de un rechazo de los propios orígenes; o en sentido contrario, mediante una revalorización de la identidad de origen, o incluso ejerciendo la delincuencia como práctica que les revalorice, como una especie de mecanismo que les permita llegar a ser alguien y a salir del anonimato. O bien cabe que se materialice a través de una estrategia mixta de revalorización de la propia cultura –buscando similitudes con la autóctona- y de búsqueda de la integración social -sin renunciar a su propia diferencia-.

Esta tercera opción (una estrategia mixta), viene significada por la aceptación y la valorización, en mayor o menor grado, de la cultura inmigrante por la sociedad de acogida; permitiendo que el adolescente tome aquellos elementos necesarios de ambas culturas para su crecimiento personal, su construcción identitaria y su integración social. Es una opción que responde a una estrategia inserta en la perspectiva intercultural, que valora por igual todas las culturas y busca el diálogo entre ellas en un plano de simetría o de igualdad, de modo que la disyuntiva de integración o marginación social en función de los atributos culturales expuestos o utilizados, no es sino una fórmula trasnochada de racismo cultural (Giró, 2004).

La perspectiva intercultural concibe la cultura en relación con las otras culturas, otras realidades, otras formas de concebir e interpretar el mundo y, a su vez, contempla la propia cultura de un modo no estático ni estable, sino cambiante e interactivo. La concepción estática de la cultura deriva a menudo en el esencialismo, el fundamentalismo cultural; y éste es el origen frecuente de la generación de etiquetas y estereotipos culturales, que a su vez constituyen el germen del racismo y la xenofobia».

Algo parecido a lo que está ocurriendo con motivo de la prohibición del Burka y el Nikab

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La Asociación de Trabajadores Inmigrante s Marroquíes (ATIM) en su revista «entre 2 orillas», en el nº 4, página 23  (http://entre2orillas.org/),  ha publicado esta colaboración que les envié hace un tiempo. Las líneas que siguen son el resultado de aquellas entrevistas a adolescentes marroquíes que se realizaron hace unos años, y con las que puedo contar algo de sus relaciones personales con amigos y familiares.

Hace un tiempo, tan solo el de unas pocas generaciones, el tránsito entre la infancia o periodo de dependencia de los adultos, y la juventud o periodo de adquisición de madurez, autonomía e independencia se producía mediante ritos de paso construidos y valorados socialmente.  Sin embargo, en este corto periodo determinado por la historia de dos, o a lo sumo tres generaciones, se ha introducido un nuevo estado de transición entre la niñez y la juventud; un estado donde no se es ni lo uno ni lo otro y donde no se percibe la persona ni como dependiente ni como independiente. Es más bien un estado liminal.

Coincide este nuevo estado de transición con el crecimiento y dilatación del periodo de juventud al albur del desarrollo socioeconómico, donde poco a poco adquirió gran importancia ser joven, constituyéndose en un periodo mítico del desarrollo humano en el contexto de la sociedad de consumo. Precisamente este estiramiento de los límites temporales de la juventud hasta edades que antes fueron consideradas propias del periodo de adultez o de madurez, ha dado paso a la creación y desarrollo de este nuevo periodo en el desarrollo humano que sirve de transición entre la infancia y la juventud y al que se ha denominado adolescencia.

Entendemos de adolescentes y no de los adolescentes, y entendemos de adolescencias y no de la adolescencia pese al uso indiscriminado de un término u otro, por eso no nos atrevemos a generalizar sobre los adolescentes hijos de la inmigración como se muestra en ciertos trabajos sobre redes de relación, donde siempre se toma a estos como sujetos desbordados por la identidad étnica, cultural o religiosa de los grupos familiares de pertenencia y donde su individualidad y personalidad están subordinados a la adscripción identitaria de sus familias o grupos familiares.

Nuestra consideración es que hay adolescentes con fracasos en su inserción social, quizás por los débiles vínculos establecidos entre sus grupos familiares y la sociedad mayoritaria, o quizás por la autoadscripción o imposición de los rasgos identitarios de sus grupos familiares; pero también, nuestra consideración es que hay adolescentes que combinan con éxito su adscripción a las redes de relación familiares con su inserción en la sociedad mayoritaria, precisamente a través de los grupos de iguales, con los que comparten otros rasgos distintivos y otras formas de identificarse y de relacionarse con el mundo. Y también como ocurre entre muchos adolescentes (llamémosles autóctonos) que forjan su identidad en oposición a los rasgos culturales de su familia, hay entre los hijos de la inmigración una rebelión frente a situaciones que les vienen impuestas por unos (familiares) o por otros (entornos sociales), y que participan más de lo que ocurre en el interior de los grupos de iguales donde se sienten integrados, que de otros ámbitos de relación donde se habían encontrado hasta la llegada del periodo adolescente.

Sabemos que el ámbito de las relaciones interpersonales y grupales de los adolescentes son el escenario donde se ensayan los diferentes roles que acompañan a los adolescentes en la construcción de su personalidad. El grupo de pares o amigos es el espacio de relación interpersonal donde los adolescentes conforman y aprenden aquellos roles necesarios para el desenvolvimiento social. En el seno del grupo tribal (tribu), los adolescentes descubren la importancia de su pertenencia o adscripción, pues el grupo o los grupos son quienes proporcionan un escenario social, un territorio propio en el que sus miembros experimentan la interconexión con otros y pueden representar el rol que corresponde a la identidad que han adoptado en el interior del grupo.

Por otra parte, los adolescentes buscan sacudirse los elementos de protección familiar que en el momento de construir su identidad suponen una rémora en sus demandas de independencia, salvo que los rasgos primordiales de toda identidad, sea esta étnica, cultural o religiosa, acaparen los intereses del adolescente en la construcción de su personalidad social[1]. En este sentido, las normas familiares de convivencia pueden ser un conjunto de ataduras a sus ansias de libertad para encontrarse con sus pares, con sus amigos y su cuadrilla que es el nuevo espacio donde deben crecer en sus rasgos identitarios, donde van a encontrar el apoyo o el rechazo a los cambios que se van a producir y reproducir de acuerdo a la observación que los adolescentes hacen de ese entorno protagonizado por sus iguales.

Para el desarrollo y crecimiento de su personalidad, los adolescentes sienten la necesidad interna de salir del entorno familiar, del espacio que les ha protegido y ofrecido seguridad durante la niñez, pues una vez comenzado el proceso adolescente se ven impelidos a buscar otros ámbitos de relación donde experimentar con un cierto grado de seguridad (la que proporcionan los iguales en el interior del grupo), pues para los adolescentes, salir o reunirse con los amigos es la opción más valorada con independencia del tiempo (bien sea este el propio de las obligaciones o el ocioso).

Los adolescentes, en el desarrollo de su identidad, demandan un espacio propio, un lugar donde autoafirmarse demostrando y poniendo a prueba sus capacidades; y el mejor ámbito para poner a prueba las mismas es entre sus iguales, aunque esto traiga consigo alternancia en los resultados obtenidos. Así, aparecen los estados de ánimo y emocionales de modo cambiante, fluctuante, dependiendo del éxito de los ensayos.

En principio ir a saludarlos porque era lo único que sabía. Después como a mi me gustaba un poco el deporte, siempre buscaba sitios donde jugar y siempre les pido si es posible jugar con ellos; y a veces me aceptan y a veces no. A veces si está ocupado está ocupado y en la escuela también, pues yo soy una persona que me gusta ayudar a la gente. Los que me ayudan los ayudo; y aunque no me ayudan, pero si me tratan bien, pues yo también intento ayudarlos o intento conocerlos, y de esta manera pues tengo amigos y… (Chico marroquí, generación 2, trabajador)

Los adolescentes buscan y encuentran nuevos espacios de socialización alejados del mundo de los adultos, lo que en definitiva es la opción de salida del entorno familiar que, a su vez, trae consigo nuevas vinculaciones con grupos de iguales, donde alcanzan cierto grado de seguridad a partir de la cual pueden someter a prueba las nuevas experiencias que les proporciona la vida (aunque también se da en ciertos colectivos como el marroquí una simultaneidad entre ambos grupos referenciales: el familiar y el de los amigos.

Los ámbitos donde se tienen los amigos son fundamentales, pues si bien es cierto que los jóvenes extranjeros establecen sus redes de amistad a partir de los centros de trabajo porque disponen de porcentajes de inserción laboral muy superiores a los de los jóvenes autóctonos, también es cierto que el tiempo de ocio de los primeros es inferior al de los segundos, lo que permite a los jóvenes españoles ampliar su red de amistades principalmente en el espacio de su barrio de residencia, generalmente el de sus padres.

En el estudio  sobre adolescentes marroquíes, dominicanos y peruanos (Aparicio y Tornos, 2006), se resaltaban las diferencias en las formas de relacionarse de los tres grupos de jóvenes a partir del modo o los espacios en los que habían trabado amistad con quienes decían que son sus mejores amigos. Como es normal, al tratarse de jóvenes que apenas han traspasado el periodo de escolaridad, en los tres grupos prevalecen las amistades trabadas en el espacio de la escuela o del lugar de estudio. El barrio era el segundo espacio más importante de relación. Sin embargo, los peruanos se diferenciaron de los otros dos grupos, predominando con mucho entre ellos las amistades hechas en la escuela. En los otros dos grupos se dio en cambio una cierta proporcionalidad de las relaciones establecidas en uno y otro ámbito.

En general, los chicos y chicas adolescentes manifiestan sentirse muy satisfechos con sus amigos, pues con ellos comparten sueños y esperanzas y planifican y realizan actividades. Para la mayoría, la amistad es honesta y se envuelve de intensos sentimientos. Los adolescentes entienden la amistad como un sistema de relaciones. La amistad, la que consideran verdadera amistad, significa entablar relaciones duraderas basadas en la confianza, la intimidad, la comunicación, el afecto y el conocimiento mutuo:

A los compañeros no se pueden elegir pero  los amigos sí. He elegido amigas que son muy buenas conmigo y por supuesto que yo también con ellas. Nos explicamos todo, lo bueno, lo malo, y… ya para todo. (Chica marroquí, generación 2, estudiante)

Durante este periodo se valora a los amigos principalmente por sus características psicológicas, y por ello los amigos son las personas ideales para compartir y ayudar a resolver problemas psicológicos como pueden ser la soledad, la tristeza, las depresiones, entre otras:

Actualmente no hay amigos, hay colegas, porque un amigo debe reunir muchos requisitos para ser amigo. Tienen que ser eh… Digamos que son dos personas: tú tienes que ser él y él tiene que ser tú. En vez de dos uno, no dos, sois uno. Yo no te puedo fallar, tú no me puedes fallar. Tiene que ser una persona. Yo tengo problemas, mis problemas son como si fueran tus problemas, entiendes. Eso es un amigo; un colega es con quien estás actualmente y habitualmente. Sales con él, te ríes con él, pero a un amigo le cuentas tus problemas. Eso es como lo veo yo… (Varón marroquí, generación 1,5 trabajador)

Los adolescentes consideran las amistades como relaciones sociales que se construyen a lo largo del tiempo y perduran. Por tanto, podemos decir que la amistad en este periodo adolescente ayuda a tomar conciencia de la realidad del otro, colaborando de este modo en la formación de actitudes sociales. Entre los adolescentes norteafricanos de origen magrebí, principalmente Marruecos, en torno al 50% declaran una amistad exclusiva o preferente con otros adolescentes marroquíes, sobre todo entre las chicas, que destacan por afirmaciones del tipo:

No tengo amigos españoles, sólo una amiga marroquí… Porque es buena, es una persona muy buena que te ayuda en los momentos malos y en los momentos buenos. Está contigo en cualquier momento, y para mí eso es muy importante. La amiga que tengo así más cercana, la siento como hermana, y en verano nos vamos juntas, porque su padre es el mejor amigo de mi padre, y entonces nos vemos reunidas, porque cuando estamos aquí estamos las dos, y cuando vamos para Marruecos nos vamos las dos. Y en Marruecos vivimos más cerca que aquí. Aquí, aunque estamos lejos, nos podemos ver en el instituto todos los días. En Marruecos estamos cerca y nos podemos ver todos los días… (Chica marroquí, generación 1,5 estudiante).

Sí, suelo salir más bien con amigas marroquíes y como que nos conocemos más. Con mis primas. Nos ha unido mucho la mezquita. Veníamos a una mezquita aquí a estudiar y todo, y de allí nos hemos… (Chica marroquí, generación 2, estudiante).

Y también destacan porque incluyen en su red de amistades a los miembros de su familia, sobre todo a los consanguíneos, al responder sobre quienes son sus verdaderos amigos:

Amigas marroquíes y también con mis primas…

Amigos de verdad uno de aquí y otro de Marruecos y aparte el de mi familia (primo)

Aunque también ocurre que en la elección de las amistades interviene de manera eficaz el control que ejercen las familias a la hora de elegir con quién pueden salir, como señala esta chica marroquí, generación 2:

Porque si la digo a mi madre que quiero salir con estas españolas me dice que no las conoce, que tiene que conocer a su madre… Como no es así, no me deja

El otro 50% de las respuestas obtenidas de los adolescentes marroquíes nos indica que hay amistad o redes de amistad con españoles, marroquíes y latinos indistintamente:

Yo ya empiezo a hablar, y se hablar, y se escuchar y se escribir. Ya empiezo a tener amigos, tener relaciones con mucha gente y la verdad, desde aquí puedes tener otra vida. Es que no tenía amigas, y cuando empiezo a hablar y escribir y conocer más gente he vuelto a vivir, he vuelto a tener otra vida; porque si no, piensas que te vas a quedar así siempre. Mola gente de otros países, otros idiomas y cosas diferentes… A mi me ha gustado. Me gusta mucho conocer gentes diferentes, cosas diferentes. Vivir otra vida. No siempre la misma… (Chica marroquí, generación 1,5 trabajadora)

Aunque también adolescentes marroquíes que señalan en algunos casos a sus amigos como los de de clase, compañeros…, o bien dicen que tienen pocos amigos…

Finalmente se encuentran aquellos adolescentes marroquíes que se muestran abiertamente por sostener la amistad con autóctonos:

Mis amigos de verdad son españoles…

Son españoles todos…

Yo voy más con los de aquí…

Respuestas que corresponden a aquellos adolescentes nacidos aquí o traídos de muy pequeños. En definitiva, para la mitad de los adolescentes marroquíes sus verdaderos amigos son los de procedencia marroquí, principalmente entre las chicas de generación 1,5 y 2 donde incluyen a miembros próximos y consanguíneos de la familia. En este sentido, la familia es el ámbito de relación que procura o señala las amistades convenientes a la naturaleza y al género de los adolescentes de origen marroquí; mientras que para la otra mitad de los adolescentes, las amistades, las verdaderas amistades, se reparten entre todo tipo de orígenes nacionales sobresaliendo los españoles, quizás debido a los años de estancia en nuestro país y también a causa de los espacios de relación donde el espacio escolar domina al ámbito familiar:

A ver, yo tengo amigos de muchos países. Los que tengo más, de aquí y marroquines. Esos son los que tengo más. Catalanes o españoles y marroquines en comparación de colombianos, chinos o “argelinos”. Estos son los dos grupos. Entiendes, a ver yo los conozco a todos y ellos me conocen por que me he criado en C., en ningún pueblo más. Voy con cuatro o cinco marroquines y dos o tres españoles. Ir por ahí, en un pub, tomar algo, pasarlo bien, bailar, es lo mismo, pero normalmente estoy con marroquines. (Varón marroquí, generación 1,5 trabajador)

Yo como desde casi muy pequeña he estado aquí pues ya me siento como si fuera de aquí y yo voy más con los de aquí que no de mi país. Porque a lo mejor aquí hay gente con la que no te llevas, bueno no te sientes bien por que piensan diferente que tú… (Chica marroquí, generación 2, estudiante)

Los adolescentes utilizan las relaciones de amistad como una estrategia defensiva frente al conjunto de normas y obligaciones procedentes del mundo familiar y de los adultos, y también frente a las incertidumbres de los cambios producidos en el proceso de construcción identitaria. Para ello se refugian en las normas no escritas del grupo, donde se recurre a la estrategia de la uniformidad grupal (en las formas y en los contenidos, en la apariencia y en el lenguaje), como fuente de seguridad y estima personal. Esto les permite afirmarse a la vez que afirman la identidad del grupo.

Es en este sentido donde no es de extrañar la importancia que conceden los adolescentes al consumo de determinadas marcas, estilos de música, programas de televisión, etc., pues responden a los deseos de uniformidad con el grupo, a través del ajuste a sus normas, comportamientos y modas. Una uniformidad que les une, como en la forma de salir, en el consumo, en las aficiones, etc. Esto que puede parecer trivial y en algunos casos un comportamiento exagerado cumple una función primordial: crear los límites y separar los grupos de adolescentes de los grupos de adultos, en definitiva, del mundo impositivo y normativo de los adultos.

La estrategia de la uniformidad forma parte del proceso por el que se identifican con cada uno de los amigos que integran el grupo. A veces, el proceso es tan intenso que parece casi imposible la separación del grupo, e incluso parecen pertenecer más al grupo de amigos que a la familia. La relación con los integrantes del grupo proporciona seguridad y compañía, pues a los lazos de amistad se unen los de lealtad y confianza, constituyendo una fuente de apoyo en cualquier situación de crisis emocional.

Entre los adolescentes hijos de la inmigración, la pertenencia a un grupo de iguales no invalida la adscripción o pertenencia a otros grupos, pues son todos los adolescentes sin distinción, los que buscan y encuentran en cada grupo espacios donde construir y reconstruir su identidad a partir de la similaridad con los otros componentes del grupo. La identidad por similaridad permite recrear la distancia y demarcar los límites entre los grupos de adolescentes y entre estos y los adultos. Una identidad con múltiples referentes propios de una sociedad diversa y multicultural.


[1] En nuestros trabajos de investigación del mundo adolescente hemos utilizado la clasificación de los mismos según generaciones: la G.1 (nacidos y criados allí y habiendo llegado solos –menores no acompañados-); la G.1,5 (nacidos allí y traídos con al menos diez años); y la G.2 (nacidos aquí de padres extranjeros o nacidos allí pero traídos con menos de diez años). Es un modo de entender el proceso de construcción identitario a través de las experiencias primeras (primeros diez años de vida) del adolescente, que o bien sucedieron en el país de origen, o bien en el país de destino de sus padres.

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En 2004 se editó el estudio «Mujeres inmigrantes. Invisibilidad y práctica cotidiana». El estudio fue fruto del interés de los autores hacia realidades sociales en las que convergen los conceptos de género junto a los de inmigración, ciudadanía y vida cotidiana. Fueron varias las razones que justificaban la elección de las Mujeres Inmigrantes como el colectivo sobre el que situar nuestro estudio:

1) En primer lugar el fenómeno demográfico que ha supuesto el crecimiento de la inmigración, cuya evolución en los últimos años había sido muy rápido, teniendo en cuenta que si en 1997 suponía el 1,1% de la población logroñesa, en 2003 suponían el 9,5% (algo más de 13.500 inmigrantes empadronados en Logroño). De este colectivo inmigrante, la mujer era quien había llevado un proceso de incorporación más rápido suponiendo entonces el 44,7% de la población inmigrante logroñesa, porcentaje que se superó, si atendemos a algunas de las razones por las que se instalan las mujeres inmigrantes en nuestra ciudad; razones de cuyo conocimiento da cuenta el estudio. Y no es que las mujeres inmigrantes aparezcan o lleguen a nuestro país como compañeras, sino que también aparecen como inmigrantes individuales, es decir, solas.

2) En segundo lugar la importancia de la mujer inmigrante en el proceso de integración. Ésta, como todos los inmigrantes, vive entre dos culturas, pero a diferencia de los hombres, siente la responsabilidad y es la encargada de establecer un puente entre ambas. En la mayoría de los colectivos se tiene conciencia de que la especificidad cultural se transmite por línea femenina, de que las mujeres son agentes activos de la reproducción cultural, aunque paradójicamente no se les reconozca públicamente. Mientras que antes se limitaba a mantener las tradiciones, ahora, tras la emigración, tiene que ser agente de su cultura al mismo tiempo que posibilita el acceso a la nueva cultura. Es decir; por un lado desarrolla el papel de guardiana de la tradición mientras que por otro, se convierte en agente de cambio.

La mujer inmigrante debe conservar la cohesión del grupo y proteger la identidad cultural, a la vez que desarrollar estrategias adaptativas que les permitan asumir lo nuevo sin romper con lo propio; se trataría de conciliar sus costumbres y tradiciones con los códigos de la nueva situación. Así, las mujeres han tenido que añadir a las viejas funciones tradicionales de esposa y madre, guardiana de los valores culturales y cuidadora del hogar, el de impulsoras de un proceso de cambio, representando para el grupo familiar un elemento de estabilidad para sobrellevar mejor el trauma que todo proceso migratorio lleva implícito.

El papel que la mujer inmigrante juega en la familia, especialmente con los hijos, en la formación de opiniones, actitudes y comportamientos, es mucho más decisiva y esto ha ayudado a que cada vez más, se le atribuya y reconozca un papel clave en el proceso de integración.

3) Además, otra razón que justificaba el estudio, era el cambio en la adopción de roles diferenciados en el escenario familiar, así como el cambio de status adjudicado en la sociedad de origen. Se ha detectado y constatado que las mujeres inmigrantes son más pragmáticas en su adaptación a los diferentes modos de vida y opiniones que los hombres; se muestran más tolerantes ante la pluralidad de valores sin sentirse amenazadas, y tienen mayores aptitudes para orientarse y dominar la vida cotidiana en una sociedad que les es extraña. También son capaces de desarrollar comportamientos aceptados por la nueva sociedad y dan prueba de mayor perseverancia y paciencia en los largos procesos de formación.

4) Hay otras razones que justificaban la necesidad de este estudio, como las provenientes de la presencia de la mujer inmigrante como agente de desarrollo (económico y social). La dimensión de agente de desarrollo económico proviene del mayor acceso de la mujer inmigrante a la educación, así como de su incorporación al mercado laboral (principalmente en el sector servicios). En cuanto a la dimensión social, era preciso destacar su participación en los servicios y las prestaciones sociales (principalmente en labores de asistencia a enfermos y ancianos). Estamos de acuerdo con Sonia Parella, cuando en una publicación[1] afirmaba, que “la masiva demanda actual de empleadas domésticas tiene que ver con cambios sociodemográficos y económicos, como el envejecimiento de la población y el incremento de las personas mayores que viven solas y que precisan ayuda doméstica; la creciente participación femenina en el mercado de trabajo y el consiguiente aumento del número de hogares en que el padre y la madre trabajan a tiempo completo; el mayor número de hogares monoparentales; la progresiva tendencia hacia la dispersión geográfica de la familia; una nueva gestión del tiempo en el núcleo familiar; la crisis fiscal del Estado de Bienestar”, y que podemos destacar como algunas de las causas principales por las que una actividad reservada hasta un pasado reciente, a núcleos de familias pudientes, está hoy generalizándose entre la población española.

5) También, las características del trabajo en el servicio doméstico y el cuidado de los enfermos, han contribuido a que esta ocupación sea vista como poco atractiva para las españolas. La reticencia de muchas españolas a cumplir con estas tareas, ha colaborado a que la inmigración extracomunitaria encuentre un hueco en el sector laboral español. La incorporación de la mujer española al mercado laboral no ha significado que las tareas domésticas tradicionalmente destinadas al sexo femenino hayan sido ocupadas por los hombres, sino que la tecnología y la llegada de otras mujeres, las extranjeras, han permitido esta lenta y progresiva incorporación de la mujer española al ámbito laboral. Un estudio del Instituto de la Mujer revelaba que el 64% de las extranjeras con permiso de trabajo era empleada de hogar. Del mismo modo, es una práctica habitual la contratación de mujeres sudamericanas para el cuidado de personas mayores que, de otro modo, estarían en residencias.

6) Otra razón de estudio proviene de la calidad de estas mujeres que son el sustento económico de muchas familias. En los últimos años y, en especial a partir del año 1999, momento en que se cerraron los cupos para la formalización de la situación legal de las personas inmigrantes, los varones “sin papeles” tienen graves dificultades para acceder al mercado de trabajo, ya que los puestos que se ofertan para ellos, en especial desde la construcción, no son accesibles para aquellos que no puedan entrar en el régimen general de seguridad social. Sin embargo, las tareas de servicios a que optan las mujeres no presentan la exigencia de documentación de los anteriores, por lo que actualmente, mientras muchos hombres buscan oportunidades esporádicas de trabajo (por ejemplo en el campo), las mujeres son quienes están ingresando los salarios necesarios para el mantenimiento de la familia en Logroño o en su país de origen. Esta situación podía provocar la llegada de un número superior de mujeres al de hombres, mientras no se abriera de nuevo el acceso a los documentos legales y la regularización administrativa de la cada vez mayor bolsa de inmigrantes irregulares o indocumentados, eufemísticamente denominados ilegales.

7) Finalmente, encontramos como igualmente razonable, la aproximación al conocimiento del fenómeno demográfico, en cuanto hace relación al incremento de las tasas de natalidad y al incremento del número de hijos/as menores de edad que las madres traen consigo. Todo lo cual, ha supuesto una ralentización del fenómeno del envejecimiento, incrementándose las tasas de población infantil y joven.

En conjunto, todas estas razones nos permiten hablar de un fenómeno de enormes consecuencias para España como es el de la feminización de la inmigración, pero también del cambio en el papel de la mujer en nuestra sociedad, y concretamente, en la historia de la ciudad de Logroño.

MUJERES INMIGRANTES


[1] Parella Rubio, Sonia (2003): Mujer, inmigrante y trabajadora: la triple discriminación. Barcelona: Anthropos, pág. 12

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En Octubre de 2002, los directores de los departamentos de Derecho y Ciencias Sociales del Trabajo organizamos unas “Jornadas sobre inmigración y ciudadanía europea” a las que invitamos a sociólogos y juristas para que se pronunciaran sobre el fenómeno de las migraciones europeas y su vinculación al proceso de construcción de una ciudadanía europea. Se trataba de presentar a la sociedad en general, y al medio universitario en particular, una serie de reflexiones sobre un tema crucial para el desarrollo actual y futuro de la sociedad española, motivado por el fenómeno reciente y creciente de la inmigración extracomunitaria.

Las dificultades y problemas que esta inmigración encuentra en la adquisición de una ciudadanía plena están motivando la existencia de focos de marginalidad, explotación y xenofobia. El acercamiento a la realidad del problema, desde diferentes áreas de pensamiento y mediante la participación activa en los debates que se suscitaron, nos acercaron algunas previsiones de resolución a corto y medio plazo que mejorara la situación. En este sentido, los problemas a tratar desde distintas ópticas de pensamiento, tenía que ver con los derechos de ciudadanía y con los problemas de exclusión, con el mercado de trabajo y la protección social, con los procesos identitarios y de relación intercultural, con las políticas inmigratorias y los procesos generales de integración social. Desde ellos, iniciamos la reflexión y el análisis sobre la inmigración y la asunción de una ciudadanía plena.

Las ponencias de los participantes en las Jornadas fueron editadas por el servicio de publicaciones de la Universidad de La Rioja en 2003, a fin de hacer llegar el conjunto de reflexiones a un mayor número de personas que las que en aquella ocasión se presentaron en el Aula Magna de la Universidad. Del éxito de aquella convocatoria dan fe el número superior de preinscripciones al del aforo natural del Aula Magna, y finalmente que casi el 90% de la misma se ocupara durante los dos días (mañana y tarde) que duraron estas Jornadas.

Inmigracion y Ciudadanía

CONTENIDOS:

Primera parte:

1) Inmigración y políticas de integración: Inmigración y globalización. Acerca de los presupuestos de una política de inmigración, por Javier de Lucas. (Catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política. Universitat de Valencia)

2) Las dos variantes del cierre: etnos y demos, por Mariano Fernández-Enguita. (Catedrático de Sociología de la Universidad de Salamanca)

3) Migraciones y cultura democrática, por Mikel Azurmendi Inchausti. (Catedrático de Antropología de la Universidad del País Vasco)

4) La inmigración y la Unión Europea, por José Martín y Pérez de Nanclares. (Catedrático de Derecho Internacional Público de la Universidad de La Rioja)

Segunda parte:

5) Inmigración y ciudadanía: El cosmopolitismo y las nuevas fronteras de la ciudadanía, por Andrés García Inda. (Profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Zaragoza)

6) Inmigración y multiculturalidad: hacia un nuevo concepto de ciudadanía, por Ricard Zapata-Barrero. (Profesor de Ciencias Políticas de la  Universidad Pompeu Fabra de Barcelona)

7) La (no) política de inmigración y el Estado de Derecho, por José Martínez de Pisón Cavero. (Catedrático de Filosofía del Derecho y Rector de la Universidad de La Rioja)

8) El problema social de la inmigración y políticas de integración ciudadana, por Joaquín Giró Miranda. (Profesor de Sociología de la Universidad de La Rioja)

Son numerosas las cuestiones  que atraviesan el fenómeno de la inmigración, como lo son también los enfoques desde los que pueden analizarse. El libro está estructurado en dos bloques temáticos. En realidad, puede muy bien afirmarse que la intervenciones tocan especialmente, entre otros, cinco problemas: 1.- causas y naturaleza de la actual oleada migratoria; 2.- el debate sobre los modelos de gestión de la inmigración; 3.- el debate sobre la relación entre inmigración y multiculturalismo; 4.- la relación entre inmigración y democracia; y 5.- finalmente, la relación entre inmigración y las nuevas formulaciones del concepto de ciudadanía.

1.- La teoría social sigue insistiendo en que la causa principal de la actual oleada migratoria responde a motivos económicos. Y la teoría económica apunta que las migraciones son el resultado de una tendencia al equilibrio que existe entre los países con excedente de población y los que carecen del número suficiente para cubrir su mercado laboral. En realidad, igual que hay un mercado de capitales y otro de bienes, las migraciones son el resultado de la existencia de un mercado de trabajadores que promueve el desplazamiento de los países o zonas más pobres, pero más populosas, a los más ricos y menos poblados o, al menos, atractivos desde la perspectiva de encontrar un puesto de trabajo.

En la actualidad, las explicaciones sobre las migraciones y sobre la incidencia de la inmigración en determinados países parten de una perspectiva global. El actual proceso migratorio sólo puede ser comprensible a partir del análisis y del estudio de las repercusiones de la globalización. Esto es, de las repercusiones de la actual fase de expansión y de extensión del capitalismo global a todo el planeta en los flujos migratorios. Para alguno, y no precisamente representantes del pensamiento neoliberal, esta perspectiva permitiría explicar los movimientos de población desde que Europa diese el salto a América hasta la actualidad.

Lo cierto, no obstante, es que el actual proceso globalizador en la economía mundial incide directamente en la estructuración de los mercados y en su tendencia hacia la apertura, hacia la flexibilización y liberalización. En este sentido, la globalización parece, en principio, jugar a favor de un incremento de las migraciones en la medida que tiende a constituir mercados no compartimentados, ni estructurados en unidades nacionales. Tiende a constituir un único mercado mundial –o, mejor, diferentes mercados mundiales de acuerdo a sectores económicos, productos, etc.- dentro del cual el de los trabajadores sería un elemento fundamental. Pero, por otro lado, de acuerdo con el carácter dialéctico tantas veces puesto de manifiesto, la globalización muestra una clara tendencia a restringir un único mercado mundial de trabajadores que favorezca la inmigración. Mientras que se abre y se consolida un mercado de capitales y se avanza en el de bienes, se cierran a cal y canto las fronteras a las personas. No se avanza, pues, en la estructuración de un mercado global de trabajo.

2.- El modelo de gestión de la inmigración y, en especial, la política de integración es una de las cuestiones centrales del actual debate y, asimismo, está bien presente en los escritos del libro (de Lucas, Giró, Martínez de Pisón, Zapata). En general, en estos escritos predomina una lectura negativa de los modelos de gestión vigente en la Unión Europea y, por derivación, en España. Estos autores tienen en común una opinión contraria a las políticas restrictivas, a la falta de alternativas de las medidas policiales, a la estigmatización jurídica del inmigrante, etc. Frente al modelo vigente, la política sobre inmigración debería girar en torno a una nueva visión de la ciudadanía y el reconocimiento y protección de los derechos fundamentales de los inmigrantes en tanto que personas.

Un capítulo especial está dedicado a la política de inmigración en la Unión Europea (Martín y Pérez de Nanclares) que es claramente ilustrativo de la estrategia seguida en este marco político. Sus conclusiones, no obstante, tras el Tratado de Ámsterdam y las reuniones de Laeken y  Sevilla no es muy optimista y destaca también el carácter restrictivo de la llamada inmigración deseable o legal y el establecimiento de límites al reconocimiento y disfrute de derechos fundamentales de los inmigrantes en el seno de la Unión.

De entre los autores del volumen, tan sólo Azurmendi parece disentir de esta lectura y pone de manifiesto  la exigencia de que los extranjeros interioricen los valores que inspiran la cultura de nuestras sociedades democráticas. Las democracias occidentales no se construyen en el aire, sino que confían su supervivencia y su cohesión en el sustrato de valores y en una cultura compartida. Eso quiere decir que los extranjeros, quienes posean una cultura diferente, deben aceptar y respetar esos valores comunes, y que en ello va la propia supervivencia de nuestras democracias. Según este autor, a fin de preservar y extender la cultura democrática de las sociedades liberales, es necesario seguir regulando restrictivamente la inmigración para sólo admitir aquellos modos de vida, aquellas formas identitarias, que sean pluralistas y tolerantes. Porque se trata de integrar socialmente a los inmigrantes y no sólo políticamente.

3.- El debate sobre el multiculturalismo es uno de los más polarizados de la filosofía política desde que fuese iniciado por autores comunitaristas, como W. Kymlicka y otros. En estas páginas, se pueden contemplar las diferentes posiciones tan radicalmente encontradas. Por un lado, quienes consideran que el multiculturalismo es un modelo normativo que pervierte las bases pluralistas de nuestras sociedades (Azurmendi). En la línea de lo expuesto por el profesor italiano G. Sartori, los defensores de esta posición mantienen, en un tono apocalíptico que la deriva del pluralismo tradicional, basado en la tolerancia, hacia el reconocimiento del derecho a la diferencia y al multiculturalismo constituye el germen de autodestrucción de la sociedad liberal. Por coherencia con esta tesis, no sólo pretenden desarbolar estos derechos y al multiculturalismo, sino también justificar una política restrictiva en la entrada de inmigrantes, así como un riguroso asimilacionismo cultural por el cual sólo deben ser admitidos los culturalmente similares en razón de la lengua, raza y religión.

Por el contrario, en el otro espectro del debate, los teóricos sociales ponen de manifiesto que el multiculturalismo no es un modelo social a implantar como respuesta a las nuevas realidades, sino que es un hecho social que se impone por encima de nuestras voluntades y en el que la inmigración, pero no sólo ella, ha cumplido un importante papel dinamizador. Precisamente, lo que hay que discutir y pensar es el modelo o política que permita gestionar este hecho social que se da como realidad inevitable e incontestable. Y, como piezas importantes de ese modelo, hay que discutir cómo tratar en condiciones de igualdad a la diversidad cultural, o cómo estructurar el espacio público para que esa discusión sea posible o cuáles son los elementos de una política abierta inclusiva, etc. En este texto, esta postura parece defendida por autores como J. de Lucas, J. Martínez de Pisón, R. Zapata o J. Giró. En todo caso, no se obvia que las dificultades y los problemas son muchos. Y que las posibilidades de estallidos sociales por una inadecuada gestión de la realidad multicultural debe estar bien presente en el debate público.

4.- Un elemento central en el debate sobre la inmigración es la discusión acerca de sus efectos sobre la democracia y sus instituciones. En el texto, la referencia a esta cuestión aparece expresamente en los artículos de M. Azurmendi y M. Fernández Enguita, aunque la preocupación sobre la repercusión del vigente modelo de gestión en el sistema democrático y el Estado de Derecho, en la ciudadanía y en la convivencia social está presente en todos los demás.

El ex-presidente del Foro para la Integración Social de los Inmigrantes, M. Azurmendi, trata de la relación del origen de las democracias y el fenómeno migratorio. De acuerdo con su análisis, el substrato de la cultura democrática es la identidad ciudadana, entendida como un conjunto de representaciones simbólicas acerca de la justicia, la igualdad, la autoridad, que en nuestro imaginario social se representan como emociones, deseos y creencias compartidas por el conjunto de los ciudadanos. El fundamento de esta identidad reside en lo que llama civilidad democrática que se asiente en cuatro dimensiones: 1) un espíritu público capaz de evaluar el comportamiento ciudadano y desarrollar un discurso público; 2) un sentido de justicia capaz de discernir y respetar los derechos del otro; 3) un sentido de decencia civil o de no discriminación; 4) y la tolerancia pluralista. La aceptación de esta civilidad democrática por parte del extranjero resulta de suma importancia, según Azurmendi, para una correcta integración que no altere las bases de la convivencia democrática.

Por su parte, M. Fernández Enguita realiza una interesante reflexión sobre la clásica distinción de las ciencias sociales entre la “comunidad política territorial” (demos, de corte universalita y abierto) y la “comunidad cultural” (etnos, particularista y cerrada). Sin embargo, en su opinión demos y etnos no tienen porqué oponerse, sino que puede constituir dos estructuraciones alternativas, pues ambas tratan de definir quiénes son los nuestros y quiénes son los otros.

El demos se basa en el territorio, en la residencia, para fijar quien pertenece a él y quien no. El etnos se basa en la familia y en otras formas de filiación (filiación consanguínea), para fijar quien pertenece y quien no. Digamos que en el uno predomina el dónde se ha nacido, en el otro predomina de quién se ha nacido, aunque no tenga una forma jurídica, escrita, codificada, etc., pero sí como norma consuetudinaria establecida. Los dos se cierran a los otros: el etnos se cierra a los extraños, a los que son de otro color, otra religión, otra lengua, otro modo de vida, la forma de vestir o comportarse. El demos se cierra pura y sencillamente a los extranjeros, sean como sean. También los dos pueden tener vías de apertura limitada. Por ejemplo, en el caso del demos la naturalización, es decir, la concesión de la ciudadanía con cuentagotas, la residencia legal, la concesión de ciertos derechos, pero no todos, a los que compartan ese territorio. En el caso del etnos su forma de apertura existe a través de los matrimonios mixtos y otras formas de mestizaje.

5.- El título de esta publicación denota la importancia que el debate sobre la inmigración está teniendo en la revisión de la noción de ciudadanía. Puede decirse que casi todos los textos tratan de alguna manera esta cuestión. Desde quienes consideran que no se puede estirar el significado de la ciudadanía hasta el infinito para resolver el estatuto jurídico de los inmigrantes, hasta quienes repasan diferentes modalidades, sea cosmopolita, multicultural o, más pragmáticamente, la ciudadanía europea.

J. Martínez de Pisón es quien adopta una posición más escéptica respecto a esa función liberadora de la ciudadanía. Un concepto-chicle, como afirma, que no puede estirarse indefinidamente. En su opinión, el camino recorrido hasta la fecha no parece augurar que una ciudadanía “universal”, fundada en los textos internacionales sobre derechos humanos, o la misma ciudadanía europea como la impulsada por el Tratado de Maastricht puedan abrir una vía de esperanza a este tipo de soluciones. Por un lado, porque es palmario el incumplimiento del compromiso universalista de los derechos; por otro, porque la ciudadanía europea se construye en un estrecho vínculo con la nacionalidad.

Sin duda, en el resto de autores tenemos una muy interesante panoplia de propuestas de lectura del concepto de ciudadanía: cosmopolita (García Inda), multicultural (Zapata) plural e inclusiva o ciudadanía cívica (J. de Lucas). No obstante, estas posturas no están exentas de un enfoque autocrítico. Así, el primero de estos autores reconoce que su lectura supone un “elogio crítico del cosmopolitismo; o, dicho de otra manera, el elogio de un cosmopolitismo crítico, consciente de los riesgos del universalismo abstracto y formal al que abocan determinados discursos aparentemente universalistas”, pero sin que ello suponga la renuncia a “recuperar las posibilidades transformadoras que subyacen en el ideal de la ciudadanía cosmopolita entendida como una apuesta profundamente ética y política”.

Asimismo, no deja de ser inquietante las conclusiones de Zapata cuando, al hacer el balance final de sus reflexiones, aventura el inicio de un período histórico de “desencantos”: “Si tomamos en serio el paradigma moderno que hemos denominado como de la Santísima Trinidad, formado por el vínculo triangular entre el Estado, la nación y la ciudadanía, lo que supone el vínculo entre inmigración, ciudadanía y multiculturalismo es que apoya la idea de que estamos viviendo un proceso similar al que M. Weber denominaba de desacralización o desencanto. En aquel entonces, esta desacralización apuntaba básicamente a la separación entre la Iglesia y la Política. Este nuevo período pone en duda de forma similar al pilar básico que ejerce el monopolio de nuestras creencias y lealtades: la nación y la nacionalidad. Este nuevo proceso podría describirse como de separación entre Nación y Política”.

Por su parte, el profesor Javier de Lucas presenta probablemente una postura no exenta de realismo y, al mismo tiempo, de riesgo al apostar por una serie de medidas concretas y, habría que decir, posibles. Entre las que hay que mencionar la creación de un estatuto del residente y de una ciudadanía cívica. Según afirma, “esa ciudadanía cívica debe comenzar por el reconocimiento de que el residente (aunque sea sólo residente temporal y no definitivo o permanente) en la medida en que paga impuestos y contribuye con su trabajo y con sus impuestos, con su presencia como vecino y no sólo como trabajador a la construcción de la comunidad política, comenzando por la primera, la ciudad, tiene no sólo derechos civiles e incluso sociales, sino políticos: derecho a participar al menos en ese nivel. El primer escalón de la ciudadanía cívica sería de nuevo el primer escalón de la idea europea, las ciudades, la comunidad política municipal”.  Pues bien, de Lucas se arriesga no sólo al apostar por esta ciudadanía cívica, primer paso de una ciudadanía múltiple o multilateral que concrete una democracia inclusiva y plural, sino que apunta los pasos que permitan materializar el modelo propuesto.


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